ARCHIVO del patrimonio inmaterial de NAVARRA

PIEL DE PIOJO

  • Tipo de audio:
  •       - Testimonio
  • Clasificación:
  •       - Cuentos populares
  • Investigador / colaborador:
  •       - Ekiñe Delgado Zugarrondo
  • Localización del audio:
    Aramendía
  • Tipo de informantes:
    Individual
  • Informantes del audio:
    Segura Munárriz, Pedro
  • Agentes del audio:
    Alfredo Asiáin Ansorena

El rey tenía un pellejo que nadie sabía a qué animal pertenecía. Y nadie sabía de qué era aquel pellejo. Aunque iban muchos, nadie lo acertaba. Por fin, como había algunos súbditos que todavía no lo sabían, lo anunció el rey y prometió lo siguiente: –Si alguno sabe de qué es la piel, se casará con la hija del rey, con mi hija. De todo el reino vino gente, pero nadie supo. Venían muchos expertos en pieles, pero no acertaban. Hasta que un día un pastor lejano fue a la noche a la casa de su dueño y éste le explicó: –Mira qué anuncio viene aquí. El rey anuncia que tiene un pellejo que hay que acertar de qué es. Quien acierte se casará con la hija. Habías de ir tú; porque eres experto pastor y conoces mucho las pieles. –Bueno, pues ya iré –aceptó la propuesta el pastor. –Bueno, te vamos a hacer una tortilla y un pan hoy mismo. Coges la alforja llena y te vas hacia allá. Ya llegarás un día u otro –le dijo su amo. Cogió la tortilla y el pan y se marchó. Anduvo unos pocos kilómetros y le salió un ratón que le preguntó: –¿Dónde vas, pastor? –Pues, mira, este anuncio ha venido hoy y voy a ver si acierto y me caso con la hija del rey –le explicó el pastor. –Oye, yo también iría contigo –le dijo el ratón. –Pues toma, monta en la alforja y come pan y tortilla. Métete en la alforja –le invitó amablemente el pastor. Y siguieron para adelante. Marchaban y marchaban hacia el castillo del rey, cuando se encontraron con un grillo que estaba cantando. Y le preguntó el grillo: –¿Dónde vas, pastor? –Pues voy a ver si acierto un anuncio que ha venido –volvió a explicar el pastor. –Oye, yo también iría contigo –le solicitó el grillo. Aceptó de nuevo el pastor y también lo metió en la alforja. –Pues come pan y tortilla con el ratón –le ofreció el pastor. Prosiguió su camino y más adelante se encontró un lagarto que le preguntó: –Bueno, ¿dónde vas, pastor? –Voy a ver si acierto este anuncio que ha venido –le contestó el pastor. –Hombre, pues yo también os acompañaría –pidió el lagarto. –Aquí llevo un ratón y un grillo y, si quieres, tú también puedes ir en la alforja y comer del pan y la tortilla –dijo con amabilidad el pastor. –Pues sí –aceptó entusiasmado el lagarto. Ya llegaron al anochecer a Bocaoscuro, donde estaba la casa del rey. A todos los que habían llegado antes, les recibía uno que les preguntaba de qué era el pellejo. De ellos, el uno respondía: “Este pellejo es de cabra” y otro, “esto es de tal o de cual” y ninguno acertaba. Todas las noches, después de todos estos fracasos, se juntaba el rey con dos o tres consejeros y charlaban sobre lo que había dicho cada uno de los pretendientes. Pero, cuando entró el pastor en el castillo de Bocaoscuro y explicó que venían por el anuncio que había venido en el periódico, el que los recibía se excusó diciéndole: –Pero hoy ya es tarde; ahora vamos a juntarnos. Mañana. –Pues mañana –aceptó el pastor. Tenía que esperar al día siguiente para ver el pellejo del rey e intentar acertar. Pero, como se reunían en ese momento en la junta, le dijo susurrando el ratón al pastor: –Déjame salir. Y le dejó salir. El ratón, entonces, se coló rápidamente por un agujerillo y entró en la sala donde estaban reunidos conversando sobre quién había venido y quién no. En eso, dijo enfadado el rey: –Parece mentira que entre todos los que han venido nadie sepa que este pellejo es de piojo. Lo oyó el ratón, volvió donde el pastor y le avisó: –Ya sé de qué es. Ha dicho el rey que este pellejo es de piojo. Al día siguiente, ya llegó la hora de la audiencia, fue el pastor, observó el pellejo con los brazos extendidos y pasándoselo de una mano a otra y dijo disimulando: –Hombre, este pellejo... este pellejo... ¡Pero si este pellejo es de piojo! Como acertó, tenía que casarse el pastor con la hija del rey. Pero ella no quería y se casó con otro que le gustaba más. Y, ante esa injusticia, idearon entre el ratón, el grillo y el lagarto cómo impedirlo y ayudar al pastor: –Pues a ese señor con el que se ha casado le hemos de hacer la vida imposible hasta que te devuelva lo que te pertenece. Y todos le decían al pastor: –Te pertenece a ti. Aunque todos le decían que le pertenecía, se casó con el otro y tenía que vivir también con el rey. Por la noche, fueron a la cama marido y mujer. Cuando ya estaban acostados, le dijo el grillo al pastor: –Déjame salir. Le dejó salir y, cuando estaba el matrimonio en la cama durmiendo, se le metió por el culo a la novia y le revolvió las tripas “quiri, quiqui”. Así que la hija del rey le puso perdido a su marido. A la mañana siguiente, llamaron al médico y éste dictaminó: –Pues tiene una diarrea grande, grande. Y preguntó preocupado el marido: –Bueno, ¿pero ya se la quitaremos? A lo que contestó dudando el médico: –Pues quitársela, en un par de días igual no se le quita. Bueno, le ponemos un tapón para esta noche que viene y poco a poco ya se le irá quitando Entonces, el marido amenazó a la hija del rey: –Si esto ocurre otra vez, me separo de ti y te abandono. Por lo que se lo pusieron y, durante todo el día, estuvo con él. Pasó el día, llegó la noche y volvieron a acostarse los dos. En ese momento, el grillo le pidió otra vez: –Déjame salir. Le dejó salir, pero, claro, como tenía el tapón en el ano, se volvió decepcionado y le dijo: –No puedo entrar, porque tiene la puerta cerrada. Y lo oyó el lagarto y solicitó al pastor: –Ahora déjame salir a mí. Salió, por tanto, de la alforja y, cuando estaban durmiendo, se acercó y vio que la puerta efectivamente estaba cerrada. Entonces, se aproximó a la novia, le metió la cola en la nariz y le provocó un sonoro estornudo. Con el movimiento, se le salió el tapón y se le abrió la puerta. Con lo que, otra vez, podía actuar el grillo. El lagarto le dijo al grillo: –Ahora ya tienes la puerta abierta. Fue, otra vez, el grillo y, como la noche anterior, le revolvió las tripas hasta que la novia defecó. A la mañana siguiente, amaneció como un nazareno. Y el marido dijo a la hija del rey: –Pues ya no me quedo más contigo. La rechazó y se tuvo que casar con el pastor, porque era al que le pertenecía. Así que ahí se acabó.