Zona mixta.

Limita al N con Muez, al S con Muzqui, al E con Arzoz y al O con Villanueva.
 

El monasterio de San Juan de la Peña poseía heredades en su término en el siglo XI.

En 1847 recibía el correo desde Estella por el valijero del valle de Guesálaz y contaba con molino harinero. 

En un extremo del pueblo se alza la parroquia de San Martín, una fábrica del siglo XIII de la que se conserva la torre, el espacio interno de la nave y parte de los muros perimetrales, pero que luego fue reformada en torno al año 1544 por los canteros Juan de Isarrondo y Juan de Gaínza. A estos maestros se deben los tres tramos de bóvedas góticas de terceletes apeadas en ménsulas poligonales y el sistema de contrafuertes para reforzar los muros, así como la portada abierta en el costado de la Epístola en forma de medio punto, baquetonada por cuatro arqulvoltas a imitación de la de Muzqui. Con posterioridad, en el año 1584, el cantero Juan de Urbieta restauró los arcos del campanario y, poco después, trabajó en la sacristía. Al siglo XVIII pertenecen, por el contrario, las dos capillas cuadradas añadidas a ambos lados del presbiterio con cubiertas de medio cañón con lunetos, más el coro emplazado a los pies de la nave sobre un arco rebajado y cuya bóveda presenta asimismo traza de cañón con lunetos.

A la cabecera del templo se ajusta el monumental retablo mayor que para el año 1584 habían concluido Juan Imberto y su hijo Pedro, destacados maestros del taller de Estella. Dado lo temprano de la fecha, el retablo se encuadra estilísticamente, dentro de un primer Romanismo, con una traza muy arquitectónica, donde se inserta un rico repertorio ornamental de transición en el que coexisten motivos platerescos y manieristas. Por el contrario, la iconografía -tanto los relieves como los bultos - revelan un Romanismo de estirpe juniana próximo al retablo de San Juan de Estella, excepto las tallas de la calle central, deudoras todavía del expresionismo del segundo tercio del siglo. Realza la calidad del retablo la buena policromía original, ejecutada a partir de 1645 por el pintor Juan de las Heras y su hijo Andrés; a este último se debe también la pintura sobre la tabla del Salvador Eucarístico de la contrapuerta del sagrario.

En la ermita de San Miguel, construcción rural de sillarejo, queda una pila agua-benditera del siglo XVI y la mazonería de un retablo manierista de la primera mitad del XVII que cobijó en tiempos la imagen titular de San Miguel, que hoy recibe culto en la parroquia.