Larraga
Zona no vascófona.
Villa de la Merindad de Olite y Partido Judicial de Tafalla, en la cuenca baja del Arga. Su término, de 77 kilómetros cuadrados, limita con los de Mendigorría (N), Artajona (NE), Tafalla (SE), Berbinzana (SE), Lerín (SO) y Oteiza (O y NO); es bastante llano, alcanzando las mayores alturas en la parte suroccidental lindante con Lerín (Monte de San Marcos, 527 m). Lo cruza de norte a sur el río Arga, que baja perezosamente desde Mendigorría describiendo meandros. A él van a parar todas las aguas del término a través del barranco de Sausañe, éste colector de las de Artajona, afluentes por la izquierda, y los de la Nava y San Gil, por la derecha.
El núcleo urbano se extiende por la ladera meridional de un monte de forma cónica. Dado su emplazamiento estratégico sobre el valle del Arga, debió estar poblado y defendido desde la prehistoria, y coronado durante la Edad Media por un castillo, del que no hay vestigios a la vista. JMJR
Limita al N con Oteiza y Mendigorría, al E con Artajona y Tafalla, al S con Berbinzana y Lerín y al O con Oteiza. En la mitad septentrional del término dominan las areniscas alternando con arcillas oligoceno-miocénicas y en la meridional las arcillas con niveles de areniscas del Mioceno. Por lo que se refiere a la estructura, el N corresponde al anticlinal de Tafalla, incurvado y en cuyo eje afloran, al E del término, los yesos del Oligoceno y el S al flanco Ñ del sinclinal de Miranda de Arga; los buzamientos son pequeños, y el relieve de crestas y valles ortoclinales, típico, aunque no muy desarrollado. Las altitudes oscilan entre 527 m (San Marcos) y 320 m (el río). La franja de aluviones que acompaña al Arga y que remonta el curso bajo de sus barrancos y afluentes se halla escalonada en tres niveles de terrazas; hay también dos niveles de glacis de erosión cortando en plano suavemente inclinado las arcillas.
Clima
El clima es de tipo mediterráneo (por su verano seco-continental y por sus acusadas amplitudes térmicas). Sus valores medios anuales más significativos son: 12,5"-13,5" C de temperatura, alrededor de 500 mm de precipitaciones, caídas en unos 80 días, y 700-750 mm de evapotranspiración potencial.
Flora
Hasta principios del siglo XIX conservó un extenso monte encinal, contiguo al término de Baigorri. La vegetación se limita hoy a especies ripícolas en las márgenes del río, y pinares de repoblación. (José María Jimeno Jurío; 2004).
Debe descartarse totalmente la hipótesis de quienes han identificado el lugar con la antigua civitas federada de los Tarracenses, citada por Plinio y cuya ubicación actual coincide probablemente con el despoblado de Terraca y el yacimiento romano de Los Báñales, en el término de Layana (provincia de Zaragoza). Su primera referencia documental data de 1052, con motivo de la donación por el rey García Sánchez III a Santa María de Nájera del «monasterio» de Berbinzana, inscrito durante toda la Edad Media en el término de Larraga. Su iglesia figura entre las encomendadas por el monarca Sancho Ramírez (1086) a la abadía de Montearagón. Consta desde 1122 como centro de una de las «tenencias» del reino. Junto con Artajona y otras villas próximas estuvo en manos del soberano castellano Sancho III (1153-1158). Era villa de señorío realengo, cuyas pechas y prestaciones cifró por «fuero» el rey Sancho VI el Sabio en 1.000 morabetinos de oro (1193), convertidos en 7.000 sueldos por Sancho VII el Fuerte (1208). Se hallaba en el ámbito de vigencia del llamado fuero de la «Novenera». En su término poseían propiedades el priorato de Artajona y los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, que tuvieron pleitos con Montearagón por razón de los correspondientes diezmos. Carlos II había asignado las rentas de la villa a Roger Bernart de Foix cuando fue ocupada (1378) por las tropas castellanas, que la volvieron a retener durante un lustro. La regente Magdalena confirmó (1479) la donación del lugar y su castillo a favor de Luis de Beaumont, con carácter hereditario y la jurisdicción baja y mediana. Aunque los reyes Catalina y Juan III la erigieron (1508) en buena villa con asiento en Cortes y privilegio de fe ria, Carlos V la reincorporó al patrimonio de los condes de Lerín (1520). Tras las reformas de 1835-1845 quedó como ayuntamiento sujeto a derecho común. A finales del siglo XVIII había hasta diecisiete dehesas y era conocida una fuente de aguas medicinales. La iglesia de San Miguel estaba servida por un prior de presentación real, un vicario nombrado por la villa, once beneficiados enteros y dos medios. Larraga sufrió notablemente durante la primera Guerra carlista* (1833-1839), en que fueron destruidos todos los edificios que estorbaron su fortificación. En 1847 tenía dos escuelas, una de niños, dotada con 3.500 reales, a la que solían acu¬dir 108, y otra de niñas, con 790, a la que acudían 40. El camino más importante era el que se dirigía de Pamplona a Larraga por Mendigorría, aunque se hallaba muy deteriorado. Había un molino harinero y varias tiendas. En los años veinte de nuestra centuria funcionaban también tres molinos de aceite; puesto de la guardia civil; hospital, sostenido por dos fundaciones benéficas y regido por las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Desde tiempo inmemorial se tiene conocimiento de la existencia de la cofradía Nuestra Señora de Gracia, de la que dependía el hospital. Las constituciones de la antigua cofradía fueron reformadas en 1658, y los nue¬vos cofrades ingresaban después de aportar dos robos de trigo. Tenía el hospital, un capellán encargado del cuidado espiritual de los enfermos, al que se le atribuía anualmente con cuarenta y ocho robos de trigo, y un hospitalero encargado del cuidado de los enfermos. El sostenimiento del hospital corría a cargo de los cofrades y vecinos de la villa. Dentro de esta centuria, Sancho Ramírez, rey de Navarra y Aragón, dio a la abadía de Montearagón (Huesca) numerosas iglesias navarras, entre ellas la de San Miguel de Larraga (1086).
A mediados del siglo XII formó parte durante unos años, con Miranda, Cebror y Olite, del denominado reino castellano de Artajona. Reincorporada al de Pamplona, el rey Sancho el Sabio le concedió por fuero que pagara mil morabetinos de oro (marzo de 1193), tributación que Sancho el Fuerte fijó en 7.000 sueldos, de los que 6.000 debía percibir el ricohombre que tuviera el honor de la villa, y los mil restantes el rey, eximiendo a los vecinos del pago de novena y otras prestaciones económicas y personales, excepto las calonias o multas (1208).
Durante la segunda mitad del siglo XIII se sucedieron diferentes nobles en la tenencia y guarda del castillo, a veces confiado por los reyes al Concejo de vecinos, que en 1398 se comprometió a defenderlo y tenerlo reparado.
Conquistada por el ejército castellano (1378) y luego devuelta a la Corona de Navarra, un siglo después la princesa Leonor dio a perpetuidad la villa, con su castillo, jurisdicción baja y mediana y rentas, al conde de Lerín, donación confirmada por la princesa doña Magdalena (1479) y el emperador Carlos V (1520), sin que tuviera efecto el privilegio concedido por el rey Juan III de Labrit. Durante la guerra mantenida por este monarca contra Luis de Beaumont, la plaza beaumontesa de Larraga resistió el asedio hasta su conquista por el ejército real (1494). Más tarde, anexionada a la Corona, le concedió el privilegio de Buena Villa con asiento en las Cortes, y los de hidalguía a los vecinos, exención de pechas a los labradores y de celebración de feria anual.
Pero la conquista de Navarra por los ejércitos del Rey Católico (1512) motivó la anulación de la merced regia y la recuperación del señorío por el conde de Lerín, circunstancia que libró al castillo de la demolición decretada por el regente Cardenal Cisneros. El castillo subsistió hasta 1788 en que la villa exigió del duque de Alba y conde de Lerín su desmantelamiento. A finales del siglo XVIII perduraban importantes vestigios de la fortaleza medieval. El duque de Alba seguía por entonces ejerciendo su autoridad en la villa, por medio de los alcaldes que nombraba.
Población eminentemente agrícola, la cosecha anual calculada por los años 1800 era de 33.340 robos de trigo, 26.000 de cebada, 5.800 de avena y 3.000 de olivas. Además de la parroquial de San Miguel, en la parte alta de la villa, existían siete ermitas diseminadas por el término y dedicadas a Nuestra Señora del Camino, San Marcos, San Gil, San Blas, San Guillén, San Andrés y San Esteban; las dos últimas, con habitación para los ermitaños, perduraban en 1860. JMJR
HERÁLDICA MUNICIPAL. Su blasón actual le fue otorgado en 1508 por don Juan de Labrit y doña Catalina: «y les damos por privilegio et libertad por armas, en un escudo o cam¬po de oro un pie de Raga con tres brancas (ramas) de sínople con su fructo de gules, para que aquellas puedan tener, honrar y aprovechar a perpetuo». En una carta de homenaje al gobernador del reino, en 1276, puede verse el sello céreo que usaba durante la Edad Media: un puente mazonado de cinco arcos, descansando sobre machones cilíndricos; en la parte superior un castillo de tres torres y en bordura la inscripción: SIGILLUM: CONCILII: DE: LARRAGA.
CASA CONSISTORIAL. Juntamente con el resto de edificios que conforman la Plaza de los Fueros, se empezó a levantar en 1732 según diseño de Juan de Larrea. Su construcción es de piedra, con galería de arcos de medio punto sobre pilares, en planta baja, balcón corrido en la primera planta y escudo barroco del siglo XVIII entre los balcones. Recientemente, se ha llevado a cabo una re forma general de la misma con presupuesto de 56 millones, financiado con ayuda del Gobierno de Navarra. La inauguración de ambas, tras la remodelación, tuvo lugar el 27 de septiembre de 1987, coincidiendo con las fiestas patronales. El ayuntamiento está regido por alcalde y ocho concejales.
ARQUEOLOGÍA. En su término se encuentra el yacimiento arqueológico de El Castillo.
CASTILLO. Dominando la villa, en el cerro que se alza detrás de la iglesia, hubo en época medieval un castillo, que existía ya en el siglo XII, y del cual no queda hoy vestigio alguno. En 1260, reinando Teoblado II, lo tenía a su cargo don García Almoravid, pasando provisionalmente a los jurados de la villa en 1276, los cuales prestaron homenaje a la reina doña Juana ante el condestable Imberto de Belpuch. Poco después, en 1280, aparece como alcaide García Martínez de Uriz, con una retenencia de 10 libras y 50 cahíces. Le sucedió Petri Balant, que estaba en el puesto en 1297. Al año siguiente, el castillo fue confiado nuevamente al concejo y vecinos por el gobernador Alfonso de Robray, con la condición de repararlo en lo necesario. Hacia 1335 volvió a haber alcaide puesto por el rey: Sancho de Lizarazu. En 1350 se llevaban a cabo obras en el recinto. Carlos II confió la guarda en 1351 a Martín Sánchez de Lizoain, con una asignación de 4 libras y 20 cahíces. Las obras proseguían en 1357, a instancia del nuevo alcaide Juan de Bussy. En 1361 el mazonero Guillen Pérez hacía un portillo en el recinto, recalzaba cuatro torres y la puerta mayor y hacía otras reparaciones. Cinco años después se reparaba la cerca y el foso. Entre los años 1368 y 1372 aparece como alcaide Miguel Garro, que también llevó a cabo varias obras. En 1378, teniendo el señorío de Larraga, Roger Bernart de Foix, vizconde de Castelbón, la villa y su castillo fueron ocupados por los castellanos. Carlos II cedió al alférez Charlot de Beaumont la pecha de la villa y la guarda del castillo en 1385, manifestándose en la donación que la gracia sería efectiva cuando el rey de Castilla, que la tenía en virtud de un tratado, restituyese la villa a la corona de Navarra. Cuatro años más tarde Carlos III la había recuperado ya, confiando el castillo al escudero Machín de Arráyoz. En este reinado, tuvieron la guarda o retenencia, en nombre del condestable. Iñigo García de Lizarazu, entre 1395 y 1401, y Remiro de Lizarazu, entre 1402 y 1422. A partir de ese último año, aparece como alcaide el propio don Carlos de Beaumont, alférez de Navarra. En 1437 le sucedió el nuevo condestable Luis de Beaumont, reinando ya Juan II y doña Blanca. En 1450 se nombró a Martín Jiménez de Barásoain. Otros alcaides de esta época turbulenta de las guerras civiles fueron Miguel de Egozcue, que lo era en 1458, y mosén Charles de Mauleón en 1461, que guardaba también Caparroso, con ayuda de 30 ballesteros. La princesa doña Leonor dio al conde de Lerín, Luis de Beaumont, la villa de Larraga con su castillo, jurisdicción y rentas, confirmando la merced Juan II en 1468. Posterior mente hubo distintas confirmaciones por los reyes sucesivos. En 1494, el rey Juan de Labrit cercó la villa, en cuyo castillo se había hecho fuer¬es los beaumonteses del conde.
Tras la conquista de Navarra, el castillo se libró de las órdenes de demolición de Cisneros y de Carlos V, en atención a ser propiedad del condestable, activo aliado de los castellanos. Muchos años después, en 1788, la villa exigió al duque de Alba, como condestable, la demolición del viejo castillo. En las guerras carlis¬as del siglo pasado, volvió a fortificarse el emplazamiento del castillo, aprovechando sus materiales. En la actualidad, únicamente subsiste la denominación de «el Castillo», para designar el lugar que ocupó.
[exterioriglesia] PARROQUIA DE SAN MIGUEL. En la parte alta de la villa y dominando su casco urbano se emplaza la parroquia de San Miguel. Su fábrica está conformada por construcciones de diversas épocas, remontándose las obras más antiguas a finales del siglo XII o comienzos del XIII. En estas fechas se levantó lo que debió ser una primitiva iglesia protogótica de una sola nave cubierta por bóvedas ojivales, cuyo desarrollo longitudinal sólo alcanzaría la mitad del edificio actual. Restos de esta obra medieval aún se conservan en el tramo de los pies con alguno de sus elementos arquitectónicos originales, además del coro alto, elevado sobre un robusto arco apuntado de sección pentagonal y el sotocoro con bóveda de crucería, cuyos nervios ofrecen la misma sección. También es de esta época la portada de ingreso con arco de medio punto doblado en arquivoltas baquetonadaas y dos columnas de sobrios capiteles de influencia cisterciense a base de pencas y bolas. En las primeras décadas del siglo XVI se amplió con varias capillas góticas, de las que sólo subsiste la del Santo Cristo, en el tramo de los pies del lado del Evangelio. De planta cuadrada, tiene bóveda de terceletes sobre pilares y ménsulas, que lucen las típicas bolas de estilo Reyes Católicos. Otras capillas, aunque más elevadas, se dispusieron a ambos lados de la iglesia medieval, restando de ellas algunos arcos apuntados y óculos con tracería calada en divesos lienzos de los muros perimetrales. Este aumento del edificio, sin embargo, no fue suficiente para una población que debió crecer sustancialmente en el siglo XVI y necesitaba un templo de mayor capacidad. Por tal razón y también por el deseo de contar con una iglesia de empaque a la moda, semejante a las de otros pueblos vecinos, se decidió doblarla en tamaño y transformar lo existente. En 1751 se da principio a esta colosal empresa, formándose primero un gran crucero renacentista con su cabecera detrás del viejo templo. El veedor episcopal de Pamplona, Juan de Villarreal, afamado maestro de entonces, dio la traza de esta parte y en su construcción se sucedieron los canteros Antón de Anoeta y Juan de Aguirre. Dichas obras, además de la sacristía, estaban terminadas en 1612, si bien la cubrición del crucero se retrasó hasta 1617 y fue confiada al maestro de Calahorra Juan de Arriola. Sólo restaba unir esta nueva fábrica con la anterior, lo cual se llevó a cabo entre 1636 y 1638, al tiempo que se arregló y cubrió de nuevo la parte antigua, ante la amenaza de ruina que ésta presentaba, encargándose de ello el cantero estellés Francisco de Larrañaga.
Con estas obras de la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII el templo se transformó en un edificio de tres naves de disposición irregular, ya que se aprovecharon las estructuras anteriores. A continuación se alzó un crucero con dos grandes columnas articuladas por pilastras en su embocadura, que de alguna manera convierten a este templo en una iglesia columnaria, típica del Renacimiento en gran parte de España. Todo el interior se cubre por bóvedas de medio cañón con lunetos, menos el tramo central del crucero sobre el que voltea una cúpula con una decoración de labores geométricas propia del manierismo de comienzos del siglo XVII. La cabecera es recta, aunque recibe un cuarto de esfera casetonado que se adapta a los ángulos de los muros, a través de unas trompas, también con casetones, que en este caso incluyen motivos aún platerescos, a pesar de su tardía ejecución. El conjunto re¬ulta clásico y sólo admite parangón con la gran concha de la iglesia parroquial de la vecina población de Lerín, donde intervino Juan de Orbara, maestro que acudió a Larraga para efectuar una tasación en 1576. Junto a la cabecera se emplaza la sacristía, de planta cuadrada y bóveda estrellada, y tras ella otra mayor de época neoclásica. Al exterior por el lado de la Epístola una esbelta torre, erigida muy posiblemente a partir de 1748, de acuerdo con un modelo entonces muy de moda en la Navarra Media y La Rioja. Consta de varios cuerpos cuadrados y un rico remate octogonal. Bajo ella queda una portada lateral con columnas que forma parte de las obras realizadas por Larrañaga. [retablolarraga] El espacioso interior de la parroquia alberga diversos retablos, sobresaliendo el mayor, obra barroca de 1696 debida al maestro de Pamplona Fermín de Larráinzar. Presenta traza poco novedosa pero enriquecida por unas columnas salomónicas y una decoración de aristados follajes, usuales en estas fechas. El nicho principal cobija una talla de San Miguel, que pertenece al expresivismo de mediados del siglo XVI. Al retablo también se ha incorporado la imagen del Santo Cristo, talla románica del siglo XIII, interesante por la escasez de Crucificados de este estilo en Navarra. Sirven de colaterales dos retablos neoclásicos dedicados a la Inmaculada y la Dolorosa. Mayor interés ofrece el altar de la Virgen del Rosario, espectacular obra barroca de mediados del siglo XVIII, guarnecida con abundantes y finos ornatos. La titular es una Virgen sedente de comienzos del XVI. De esta misma centuria data una pila bautismal de piedra con taza avenerada y vistosa decoración de querubines alternados con cabezas femeninas.
[caserónlarraga] ARQUITECTURA CIVIL. En la villa abundan los palacios y casonas de los siglos XVII y XVIII, ennoblecidos con blasones de esas mismas centurias. Entre estos edificios sobresalen la llamada Casa del Mayorazgo y la de Zabalza. Mención especial merece la Plaza de los Fueros, interesante conjunto b¬rroco de trazado rectangular y cerrado en dos de sus flancos por edificios con pórticos. Uno de esos frentes corresponde al ayuntamiento, inmueble que se estaba construyendo en 1736 por Francisco Aguirre. Tiene balcón corrido y sobre él un blasón de la villa, que en 1742 labró Juan José Vélaz. En las afueras de la población y sobre el río Arga se localiza un puente de origen medieval.
ÓRGANO: Cuenta con un ejemplar rococó. Este estilo, que afecta sobre todo a los aspectos decorativos, está muy presente en las cajas de los órganos. De esta época (segunda mitad del siglo XVIII) quedan muchos, y son los de fachadas más llamativas y fastuosas.