Valcarlos
Zona vascófona.
Limita al NE y O con Francia, y al S con Burguete, Roncesvalles y el monte Gangoa. Salvo los pequeños manchones aluviales todo el término pertenece al macizo paleozoico de Quinto Real o Alduides. En Valcarlos los afloramientos más extensos pertenecen al Ordovicico; se trata de cuarcitas y esquistos, principalmente, plegados según rumbo NNO-SSE y cabalgantes hacia el SO. Al N y E adquieren más importancia los materiales del Silúrico y especialmente del Devónico Inferior, donde aparecen calizas y dolomías además de los esquistos y cuarcitas. Desde la divisoria de aguas atlántica-mediterránea, que forma la muga meridional del término y en la que destacan entre otros los montes Astobízcar (1.506 m), Menditxipi (1.381 m) y Txangoa (1.471 m), desciende una red de riachuelos que al confluir sucesivamente forman el río Luzaide o Valcarlos.
Clima
El clima es de tipo atlántico montano caracterizado por abundantes precipitaciones, prolongada innivación en sus cumbres y suaves temperaturas estivales. Los valores medios anuales más representativos, variables según la altitud, son unos 12°-18°C de temperatura, precipitaciones entre 1.600 y 2.000 mm caídas entre 140-160 días y 600-550 mm de evapotranspiración potencial.
Flora
Dichos valores justifican los abundantes hayedos (81% de la superficie forestal) de la parte meridional del término, donde las alturas son mayores, castaños (16,7%) y robledales (1,1%) en el fondo del valle. La repoblación (60,1 Ha) se ha realizado con alerce de Japón (48%), pinos silvestres (32%), abetos y pequeños rodales de otras especies.
Escudo jaquelado de plata y sable. Por timbre un yelmo empenachado.
La actual fue construida hacia el año 1925, en un estilo propio de la zona y de influencia francesa. En 1957 se reformó para ubicar en el mismo edificio de las escuelas. Su sede anterior estuvo en una casa de la calle Elizaldia, hoy sede de la cooperativa Ebizaldarra. El ayuntamiento está regido por alcalde y seis concejales.Historia
En su término se sitúa parte de la estación dolménica de Urepel-Ibañeta, concretamente el dolmen de Lauriña.
Desde principios del siglo XIV, Santa María de Roncesvalles poseyó heredades en su término y disfrutó del derecho al patronato de su iglesia de San Juan de Irauzqueta, disputado por el obispo de Bayona (1332-1335).
La corona que tenía alguna propiedad en la villa desde el siglo XIII, incrementó su patrimonio en el lugar en la siguiente centuria, pero las rentas reales fueron permutadas (1406) con Santa María de Roncesvalles, con excepción de la quinta de los puercos. En los años siguientes, la colegiata adquirió también las rentas que tenía en la villa Juan de Ezpeleta.
Contaba en 1366 con 10 fuegos, que habían aumentado en 1427 a 14 y 1553 a 24, alcanzando los 57 en 1646. De 789 habitantes en 1786 pa¬só a 1007 en 1857. Su iglesia parroquial está dedicada al apóstol Santiago. El monasterio de Leire poseyó heredades en su término. Las casas bordas, pocilgas y otras heredades dadas tenía el rey en Valcarlos fueron al monasterio de Roncesvalles en 1406 en recompensa de los collazos y rentas que el monasterio tenía en los lugares de Arre y Oricáin y los molinos de Sangüesa. La princesa Leonor donó al mismo monasterio en 1468 la imposición que debían los vecinos de Valcarlos. Los habitantes del pueblo no podían entrar con sus ganados en los montes Alduide y Luzaide, sin licencia de mosén Beltrán de Ezpeleta, sobre este particular y la leña hubo pleito en 1413. Tras la incorporación de Navarra a la corona de Castilla por la conquista de Fernando el Católico (1512, la historia de Valcarlos se halla íntimamente ligada a su nuevo carácter de territorio fronterizo, sobre todo desde el momento en que Carlos I (IV de Navarra) abandonó Ultrapuertos en 1528.
La separación fue más lenta en el ámbito de la jurisdicción eclesiástica. En principio, la parroquia de Valcarlos siguió perteneciendo a la diócesis de Bayona y continuó abarcando a las gentes desde Monconseil hasta Ibañeta, y desde la ruta de Orisón hasta las cumbres de Baygorri, comprendiendo los barrios de Arnéguy y Ondarrola, el primero de los cuales era por lo civil bajonavarro, más tarde francés, como lo sería el segundo en virtud del mucho más tardío Tratado de límites de 1856.
A raíz de la inclinación de Juana de Albret, reina de Navarra, por el calvinismo (1553), el papa Pío V segregó de la diócesis de Bayona, incorporando a la de Pamplona diversos territorios entre ellos el de Valcarlos. Pero Arnéguy siguió perteneciendo con todo a la parroquia de San Juan de Irauzqueta hasta 1656 en que levantó su propia iglesia y se separó.
Fuera de esta cuestión de jurisdicciones, la fijación de la frontera hispano-francesa tendría en todo caso otras consecuencias para Luzaide, que sobre todo consistieron en la reducción de su territorio y de sus derechos.
El otro gran problema que caracterizó la historia de Valcarlos fue el de la comunicación. Existía una vereda que desde tiempo inmemorial remontaba el valle hasta Ibañeta; pero el camino real iba desde San Juan de Pie de Puerto, por los altos de Cissa, bordeando Altobiscar por el este y el sur, a bajar directamente a Ibañeta. Esto, hasta 1883-1884 en que hizo la mayor parte de los trabajos para abrir la carretera que conduce hoy desde el puerto hasta el paso internacional de Arnéguy. Hasta esas fechas, y aun cuando Valcarlos fuese también zona de tránsito, permanecía al margen de la ruta principal, que era la que merecía las máximas consideraciones administrativas. Como consecuencia de ello, la Tabla correspondiente a esta parte de la frontera no se situó en Luzaide, sino en Burguete, y esto dio lugar en el siglo XVI a que los valcarlinos fuesen considerados como importadores y exportadores a efectos arancelarios.
A fines del siglo XVIII contaba con una ferrería, un batán y un molino harinero. La mayor parte de sus casas se hallaban «casi enteramente arruinadas» desde la guerra contra la Convención de 1793-1795.
Las reformas municipales de 1835-1845, por otra parte, mantuvieron la unidad administrativa del «valle y villa» de Valcarlos, valle compuesto por la villa misma, sus barrios y caseríos; el cambio consistió únicamente en que la autoridad municipal se configuró en adelante conforme al régimen común; hasta entonces gobernaba Valcarlos un alcalde, nombrado por el virrey a propuesta de la villa y auxiliado por los regidores que se elegían entre sus vecinos.
Al mediar el siglo XIX, por otra parte, la parroquia de Santiago se servía de un párroco y de un beneficiado, ambos de provisión del cabildo de Roncesvalles o del rey, según el mes en que se diera la vacante. Había una escuela, dotada con 2.880 reales al año, y tres caminos de herradura para ira San Juan, Roncesvalles, Banca y Alduides. Se hallaba en explotación la mina de hierro de Arrullandeta, que abastecía la fábrica de Orbaiceta, y funcionaban dos fábricas de clavos, una de curtidos y tres molinos. Durante la segunda mitad del siglo XIX la construcción de carretera que descendía de Ibañeta a la villa por la ladera izquierda del valle cambió sustancialmente las comunicaciones. Hacia 1920 ya había autobuses diarios a Aoiz por una parte y a San Juan por otra, y la villa se había convertido, como consecuencia de ese cambio en la vía de acceso entre España y Francia.
Para entonces, además de los tres molinos harineros, de una de las dos fábricas de clavos y de la de curtidos, funcionaban una fábrica de chocolates y un establecimiento hidroterápico; había convento de la Sagrada Familia y dos escuelas.
Junto a la iglesia parroquial de Valcarlos existió una casa hospital, que servía de reposo a los peregrinos a Santiago, antes de que llegaran al hospital general de Roncesvalles. Era propiedad de Roncesvalles. De 1601 consta la existencia de un pleito entre el prior y el cabildo de la Real Casa de Nuestra Señora de Roncesvalles y el Consejo del Valle de Valcarlos, por haberse apropiado este último de dicha casa-hospital.
Hospital
En época medieval, defendía el paso de Valcarlos una torre o casa fuerte, llamada Echegaztelu y también La Guarda, que figuraba en la nómina de los castillos de realengo de la Merindad de Sangüesa. En 1280 la tenía a su cargo Lope Martínez de Uriz. Más tarde, entre los años 1290 y 1316, aparece como alcaide García López de Leyún, que percibía una retenencia anual de 20 libras y 60 cahíces. Le sucedió Martín de Nas en 1318, y a éste, hacia 1325, Martín Iñiguez de Ursúa.
A mediados del siglo XIV, reinando Carlos II Evreux, estaba al frente de la fortaleza Bernart de Luxa. En 1360, el infante Luis puso en su lugar a Guillén Arnalt, señor de Irumberri, y al año siguiente, el rey nombró alcaide a Gaillart de Luxa, hijo del señor del mismo título. En 1366, ante el temor de las grandes compañías, se le mandó ir urgentemente a atender la guarda, y no dejar pasar ni a los romeros. Pellot de Luxa fue relevado del alcaidío en 1374 por el rey, que lo confió a Miguel de Echauz. Por este tiempo, la retenencia suponía 8 libras y 40 cahíces. Por este tiempo, le sucedieron distintos alcaides en poco tiempo: García de Nas, sargento de armas, nombrado en 1378; Martín de Larramendi, en 1380; Juan Oliver y Michelco, señor de la casa del Caballo Blanco, en 1381.
Carlos III el Noble confirmó en el alcaidío en 1387 a Juan Oliver, escudero, uno de los dos citados anteriormente. Dos años después, el propio rey mandó al tesorero que emplease 50 libras en recubrir la torre, que estaba a punto de caer. Sucedió a Oliver en 1393, por disposición real, Martín, bort de Echauz, que estuvo en el puesto hasta 1419. Ese año fue nombrado para sustituirle Arnaut de Echauz, con obligación de residir en la torre con su familia y reparar las goteras que se produjesen. Tenía como lugarteniente en 1426 a Juanot de Sorzaban, que por esas fechas se quejaba de que no se le pagaba la retenencia.
Blanca de Navarra y Juan de Aragón nombraron alcaide en 1437 a Juan Pérez de Ureta, escudero. Más tarde, en 1450, Juan II puso en su lugar a Pero García de Hualde, que apenas pudo disfrutar del puesto. Ese mismo año, el señor de Luxa, al frente de sus huestes, ocupó el castillo por las armas y lo mandó incendiar.
Iglesia parroquial de Santiago Apóstol
Sustituyó a la antigua, que pereció, como la mayor parte de las casas de la villa, a manos de los franceses en la guerra de la Convención, en 1793. La iglesia actual es, por tanto, moderna, sin que haya que destacar en su arquitectura más que la fachada con pórtico de triple arcada. Después de otro cuerpo con tres vanos se alza la torre en el centro, con planta cuadrada y cubierta piramidal a cuatro aguas. Posee esta parroquia todavía una notable cruz profesional de plata de estilo renacentista, del último tercio del siglo XVI. Presenta brazos planos con ensanches rectangulares en los extremos y ovales en el centro, con crucero cuadrado sobre el que lleva en el anverso la imagen del Crucificado y en el reverso, la de la Inmaculada. La decoración cubre todo el espacio y se expande hacia el exterior en todo el perímetro, acentuando los salientes. El programa iconográfico se aloja en el interior de cartelas situadas en los ensanches rectangulares. Contiene las figuras de los Evangelistas en el anverso y las de los cuatro Padres de la Iglesia en el reverso. En los ensanches ovalados también hay querubines o niños. La cruz carece de macolla o nudo.