SAN VÍTOR
Contaba Remigio que una vez no llovía y todos los del pueblo acudieron al cura, don Víctor, y al sacristán, el tío Secundino. Y les socilitaron una rogativa:
–A ver el sacristán o el cura, o los dos, que suban y saquen al santo a la calle, ahí en San Vítor, porque es lo único que se puede hacer.
Subieron los dos y sacaron el santo: una imagen de San Vítor que era de cera. Y era un día de sofocante calor. Después, a la tarde, subieron y dice el tío Secundino, el sacristán:
–¡Vaya qué nos ha hecho! Se ha meado, se ha cagado y se ha marchado. El calor había derretido la imagen y sólo se veía un montón de cera.