ARCHIVO del patrimonio inmaterial de NAVARRA

Azcona

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  • Denominación oficial:
    Azcona/Aizkoa
  • Tipo de localidad:
    Concejo
  • Censo:
    79 (2016)
  • Extensión:
    0.00 km2
  • Altitud:
    621
  • Pamplona (distancia):
    44.00 Km
  • Localidad superior:
    Valle de Yerri


Está situado en una eminencia al borde de la llamada ondulada de Arizala. Limita al N con Lezáun, al S con Arizala, al E con Villanueva y al O con Iruñela.
 

Antiguo lugar de señorío realengo, pero con implantación no­biliaria considerable. Los villanos de la Corona debían en 1280 una pecha anual de 13 sueldos, 7 cahíces de trigo y otros tantos de cebada y ave­na; en todo o en parte estaba enton­ces cedida en «honor» a Oger de Mauleón. Entre sus vecinos hidal­gos, la mitad de la población en los siglos XIV y XV, descollaron algu­nos por sus servicios a la monarquía, así Juan Martínez de Azcona, uno de los caballeros que participaron en la liberación de Carlos II de su pri­sión en Francia (1357). El monaste­rio de Irache había adquirido (1285) en el término las heredades que lue­go (1415) enajenó por permuta con el obispo pamplonés Sancho Sán­chez de Oteiza. Las cuartas del diez­mo eclesiástico habían sido cedidas (1271) a la abadía de Iranzu. El lugar daba nombre desde antes del siglo XVII a una de las cendeas del valle.

En 1850, tenía escuela. Abundaban tanto las palomas “que un solo vecino en el año pasado de 1844 has cazado más de 500”. Los arrieros frecuentaban especialmente el cami­no que venía de la Burunda y seguía a Salinas y Estella; acarreaban principalmente vino. Había tres telares de lienzos ordinarios Y «alguna alpargatería». Entrado el siglo XX, se añadía la «serrería a brazo» y «algún comercio», veterinario y practican­te.

De la primitiva Parroquia de San Martín, construida a comienzos del siglo XIII en estilo protogótico con influencias cistercienses, se con­servan los tres tramos de la nave cubiertos por bóvedas de cañón apuntado. Del siglo XIV data el co­ro alto y hacia 1558 el maestro cante­ro Lope de Urreta añadió el amplio crucero y la cabecera poligonal con sus ricas bóvedas estrelladas. Se conserva asimismo la portada me­dieval de comienzos del XIII con arco apuntado de tres arquivoltas y un crismón en su clave, cobijando dicha estructura un pórtico barroco añadido en el siglo XVIII.
Preside el templo un retablo ro­manista que fue realizado ente 1601 y 1606 de acuerdo con la traza dada por Martín de Morgota y con la par­ticipación de su suegro el ensambla­dor Pedro de Gabiria. Quedan res­tos de la policromía original del pin­tor Diego Sanz de Azcona que con­cluyeron entre 1626 y 1649 Felipe de Landa y Diego de Arteaga, si bien disimulados bajo el repinte moder­no. A Sanz de Azcona se debe tam­bién la pintura de un San Antón expresivista del segundo tercio del siglo XVI que ejecutó en torno a 1639. Forman pareja los retablos co­laterales de la virgen del Rosario y de San Antón, ambos de estilo ba­rroco y el primero de ellos obra do­cumentada del arquitecto Miguel Adán entre 1722 y 1738, con policro­mía del dorador José Francisco de Santesteban en el año 1756; el con­junto de la escultura, pero sobre to­do la imagen titular de la Virgen del Rosario de calidad superior al resto, puede atribuirse al escultor estellés Francisco Barona que en el año 1751 estaba trabajando en la parroquia. Entre las obras de orfebrería merece destacarse la cruz parroquial, de es­tilo plateresco propio del segundo tercio del siglo XVI con el nudo aña­dido de 1576 por el conocido orfebre Pedro de Soria.

En la parte alta de la población se emplaza la basílica de Nuestra Seño­ra de Mendigaña que fue en su ori­gen una ermita medieval demolida a comienzos del siglo XVIII por el abad Martín Yábar, previa autoriza­ción del obispo Juan Iñiguez de Ar­nedo. La traza, en forma de cruz griega alargada con cúpula sobre el crucero y cañón con lunetos sobre los brazos, se realizó entre el 1762 y 1769, con una severa portada de tipo conventual; el interior de las bóve­das se recubre de profusas yeserías vegetales que recuerdan el estilo de Juan Ángel Nagusia y su círculo. El mismo estilo manifiesta el retablo mayor del templo, ejecutado entre 1712 y 1716 de acuerdo con el modelo de San Gregorio Ostiense de la pa­rroquia de Los Arcos que Nagusia había realizado algunos años atrás. La policromía la efectuaron en 1728 los maestros José del Rey Gómez, Joaquín Gorria y Francisco Javier de Landa, reconociéndola al año si­guiente el pintor Pedro de Ecay. El retablo alberga la imagen de Nues­tra Señora de Mendigaña, talla góti­ca del siglo XIV con la policromía rehecha. Al círculo de Nagusia per­tenecen asimismo los retablos cola­terales de estilo barroco dedicados a San José y a San Francisco Javier, cuya mazonería ejecutó el arquitec­to estellés Lucas de Mena mientras que de la escultura se hacía cargo Manuel Adán, según se desprende de los pagos efectuados a  ambos maestros en el año 1728. Los pintores Javier de Landa y José del Rey co­braban por su policromía, que toda­vía se conserva, entre 1729 y 1751.

Ermita de Santa Catalina. Junto a las casetas de Ciriza se yergue la ermita de Santa Catalina una de las obras más interesantes del románico rural estellés de hacia 1200 con influencias del Císter. Su planta de nave única con tres tramos y cabecera semicircular repite una tipología de amplia difusión por esta zona, sobre todo en pequeñas igle­sias como las ermitas de San Barto­lomé de Aguilar de Codés, Santa María Magdalena de Mués o las pa­rroquias de Learza, Lorca o Lácar. Las cubiertas de cañón apuntado, menos la del ábside que forma una bóveda de horno, se articulan por arcos fajones que arrancan de mén­sulas a media altura, excepto el toral que se recoge en grueso pilar con semicolumna adosada, cuyos capite­les ostentan las escenas relivarias de Cristo entre leones alados y una lu­cha entre un centauro y un caballero protegiendo a una dama. La orna­mentación de los exteriores se con­centra en la sencilla portada de arco apuntado y en las ventanas del ábsi­de cuyos capiteles van provistos de rica ornamentación figurada, uno de ellos narrando un combate entre ca­balleros que parece inspirado en un hipotético cantar de gesta. Dignos de mencionar son asimismo los ca­nes de la cabecera, también repletos de ornamentación animalística y hu­mana de muy variada índole donde se mezclan los temas religiosos y profanos de manera semejante a la obra del desconocido maestro de los canes de Irache y en relación tam­bién, por su técnica, con algunos marfiles hispanomusulmanes con­temporáneos, cuya influencia se de­ja sentir asimismo en las cercanas portadas de Santiago de Puente la Reina, San Román de Cirauqui o San Pedro de la Rua en Estella. El autor de la escultura o, incluso, de la propia fábrica bien pudiera identifi­carse con el personaje barbado de una de las ménsulas que se acompa­ña de la inscripción ANSO/GARCIA. La imagen titular de Santa Ca­talina es una talla romanista de fines del siglo XVI que se guarda en una hornacina con la inscripción: Esta se mando hazer siendo abbad desta Yglesia andres lopez del valle mayor domo que fue del reverendísimo se­nor don pedro de la fuente obispo de pamplona en este año de 1588.

Arquitectura civil: En el apretado caserío, de calles irregulares y en­cuesta, abundan las construcciones del siglo XVI en sillería o sillarejo, algunas de ellas con escudos.

Palacio. El edificio señorial más significativo en el conjunto es el pa­lacio de Azcona, de buena cantería, obra barroca del siglo XVII con dos cuerpos de ventanas rectas y un pe­queño ático que en los laterales for­ma dos torreones cúbicos de escaso desarrollo.

Aparece como de cabo de armería en la nómina Oficial del Reino. Johan Martínez de Azcona fue uno de los esforzados caballeros que en 1357 liberaron a Carlos II Evreux de la prisión de Alleux. En premio a tan señalado servicio, el rey le dio licencia para levantar una torre de cabo de armería. En 1513, otro pala­ciano del mismo nombre aparece entre los remisionados de cuarteles de la merindad. El año 1681 José de Azcona elevó memorial al Reino, solicitando se le guardasen los hono­res y preeminencias debidos a su ca­lidad. Por entonces debió de reedifi­carse el palacio en su actual estruc­tura, con su sobria fachada de sille­ría, portada adintelada y recios to­rreones cuadrangulares. En 1744 Libro de Armería, el escudo era de oro, con dos calderas de sable ceñi­das de oro, puestas en pal. Todavía puede verse a los lados del balcón que ocupa el centro de la fachada.