LA SOLTERA Y LOS DOS PRETENDIENTES
Era una mujer soltera que vivía en un pueblo y ya se iba haciendo mayor. Y tenía mucha amistad con el cura, Paco, que era muy majo. Y el cura le de- cía con cariño:
–Pero, vamos, ¿cuándo te vas a echar novio, si ya tienes tantos años? Y ella, triste y decepcionada, le respondía:
–Pues, mire, no me dice nadie nada. No me lo pide nadie.
Pasó un tiempo y fue otra vez a hablar con el cura, porque la habían pre- tendido dos. Y, como tenía mucha confianza con Paco, el cura, fue a pedirle consejo:
–Ay, padre, mire usted: me han pretendido dos novios y vengo a ver cuál me aconseja usted que escoja.
–¿Por qué? –se sorprendió el sacerdote.
–Porque tienen dos peros y usted, como sabe de esto, me puede aconse- jar –le pidió la soltera.
–¿Y qué pero tienen? –le preguntó Paco, el cura. Y le explicó:
–Mire usted: el uno es muy borracho y el otro, muy mujeriego. ¿Cuál le parece a usted que elija? El que me diga usted.
–Pues mira, chica, escoge el mujeriego, porque contra más viejo ha de ir a menos –le respondió el cura.
–¿Y el borracho? –preguntó con curiosidad la soltera.
–El pellejo de un borracho, contra más viejo, más borracho. O sea, que te coges al mujeriego –dijo el sacerdote con seguridad.
Y, claro, tenía razón.