LOS DOS POLLOS DEL CURA
Eran un cura y un sacristán. Y el cura había señalado que iba a comer a casa del sacristán. Por ello, el sacristán había puesto para comer dos pollos. Salió de misa el cura y fue directamente a casa del sacristán. Cuando llegó, se comió los dos pollos. Más tarde, fue el sacristán a comer y no quedaba nada de los dos pollos. Y el sacristán, para tomarle el pelo al cura, le dijo irónicamente:
–A todos los curas o frailes que vienen por aquí a predicar los capan.
El cura, al oír eso de que los capan y con miedo por haberse comido los dos pollos, cogió el caballo y salió a galope corriendo, corriendo. Y el sacristán le gritaba, quejándose por no haberle dejado nada de pollo:
–Siquiera de dos uno. Siquiera de dos pollos uno.
–No, no. Ninguno, ninguno –le respondía a gritos el cura, mientras se tocaba los genitales aterrorizado.