Navascués
Zona no vascófona.
El término confina al N con Ustés, al E con Burgui y Castillo Nuevo, al S con Bigüézal y al O con Aspurz.
Heráldica municipal
En 1917, Santiago Otero Enríquez, marqués de Hermosilla, publicó un tratado titulado y de él entresacó lo referente a las armas de la villa: "Las armas que tiene la villa de Navascués y que podían usar todos los naturales y originarios de ella, se componen de un escudo cuartelado: primero de gules, las cadenas de Navarra; segundo y tercero, de azur, dos flores de lis de oro, y cuarto, de plata, una cruz de Santiago, de gules". Navascués, como cabeza del Almiradío de su nombre, usa otro escudo que figuraba en la bandera de guerra. Consiste en un castillo de tres torres, sumado en jefe de un sotuer, partido de oro y tres bandas de gules.
Casa Consistorial
Se encuentra en Navascués, consta de dos plantas y fachadas construidas en piedra. Su arquitectura se integra en la tradicional de la zona.
El edificio se reformó en el año 1983, adecuando una vivienda y restaurando la fachada.
El Ayuntamiento está regido por alcalde y seis concejales.
Historia
En su término se sitúa parte de la estación dolménica de Leire-Illón, con los dólmenes: Balsa del Portillo de 0llate, Puntallo de las Capezas, y Portillo de 0llate, así como diversos asentamientos arqueológicos en la Cueva de los moros y la Cueva de Valdesoto.
Desde 1014 aparece en la documentación como sede de una tenencia que controlaba el acceso al valle de Salazar. El emplazamiento primitivo de la villa debió de ser diferente al actual, en un llano próximo. En 1185 Sancho VI el Sabio concentró a sus habitantes y a los de Sengües una nueva población que se construyó en el altozano en que estaba la iglesia de San Cristóbal, actual parroquia. Para ello otorgó una carta de población por la que hizo francos, libres e ingenuos a quienes se establecieran en la nueva villa, redujo sus obligaciones al pago de un censo de dos sueldos por cada casa y les permitió disponer libremente de sus heredades en beneficio de terceros, si no tenían hijos. Estas concesiones asimilan la carta de población a un fuero de francos, pero no parece que tuvieran efectos prácticos suficientes como para generar una comunidad de este tipo. De hecho en el siglo XIII la villa pagaba pecha al rey, signo evidente de que su población no era franca.
El único vestigio de franquicia que quedó pudo ser la existencia de un «amirat» o almirante, a cuyo cargo como delegado del monarca estaba el Almiradío de Navascués, territorio integrado por la propia villa, Ustés, Aspurz y Castillonuevo que pudo ser el de la antigua tenencia. En 1417 Carlos III concedió el privilegio de hidalguía universal a sus habitantes, los aforó al Fuero General de Navarra, cambió la pecha en tributo, sin modificar su cuantía, y les permitió presentar una terna para el nombramiento de alcalde.
Ello no evitó que diez años después la situación de sus habitantes fuera dificultosa: la práctica de una agricultura deficitaria (tan sólo se autoabastecían de pan y vino durante ocho meses) era completada por actividades ganaderas.
Cabe suponer un óptimo demográfico anterior a la Peste Negra.
Tras la conquista de Navarra por Fernando el Católico en el año 1512, el almiradío de Navascués se mantuvo como unidad administrativa, hasta las reformas municipales de 1835-1845, en que se segregó el ayuntamiento de Castillonuevo. Aparte había varios despoblados, entre ellos los de Artesano y Egurzano. El término de Artesano lo aprovecharon desde el siglo XVI el palaciano y los hidalgos de Sansoáin, en tanto que los Aspurz gozaban la parte correspondiente al patrimonio real. En 1800 Artesano era propiedad del concejo y de algunos particulares de Aspurz.
En 1802 la capital del almiradío era la villa de Navascués, en donde residía un alcalde ordinario y capitán a guerra, que comunicaba a los pueblos las guerras reales; pero no ejercía en ellos jurisdicción alguna, pues en cada una tiene la suya el alcalde del mismo pueblo. El tercer día de pascua de Pentecostés y el de San Miguel de septiembre de cada año los tres pueblos del almiradío enviaban a Navascués seis mozos con sus fusiles, que se incorporaban con otros seis que presentaba la villa igualmente armados, el capitán a guerra reconocía las armas, y de este acto se formalizaba testimonio por un escribano. El alcalde ordinario del almiradío residía en la villa (como seguía sucediendo desde que lo impusiera el privilegio real de 1417). Este mismo y el de Navascués eran uno mismo al comenzar el siglo XIX y, había desaparecido o carecía de relevancia e nombre a la circunscripción admi¬nistrativa.
Por otra parte, mucho antes, durante el XVI, se había consumado por completo la unificación misma de los cuatro antiguos almiradíos de que habla Jimeno, al recordarle el de Navascués era y se titulaba hasta entonces «almiradío de almiradíos», porque lo eran a su vez cada una de las cuatro poblaciones principales que reunía.
Durante todo el siglo XVI, según el mismo autor, el cargo de almirante de Navascués recayó en los señores de los palacios de Artieda y Esparza; así, lo es en 1571 Juan de Beaumont, señor de los dos palacios citados, quien ejercía el cargo de almirante por medio de un teniente, Juan Ximénez de Navascués. En esa fecha, este último fue condenado por la Corte y el Consejo del reino a pagar cien libras y a restituir las cabezas de ganado de que se había incautado alegando que eran bienes mostrencos, prohibiéndole en adelante cualquier actuación de ese tipo Sin licencia de la Real Corte. Sin embargo en el XVIII el cargo de almirante se convirtió en título honorífico, aunque los almirantes mantenían algunos privilegios económicos.
En parte, parece deducirse que esta relegación de los almirantes estuvo ligada al crecimiento de la importancia de los alcaldes de la villa de Navascués, a quienes acaso desde el si lo XIV pero con toda claridad desde el siglo XVI se les titulaba Simultáneamente capitanes a guerra como hemos visto, lo que equivalía a reconocerles la jurisdicción militar Sobre todo el almiradío. La revisión de armas que hemos descrito en 1802 se efectuaba por lo menos desde el siglo XVII.
El almiradío sufrió notablemente lo guerras del siglo XIX. En la de Independencia (1808-1814), fue Centro y refugio de las actividades de los guerrilleros, especialmente de Gregorio Cruchaga y el propio Espoz y Mina. Ese carácter de refugio sería por lo demás el que aconsejaría a los franceses proceder a la ocupación de la villa. Lo hicieron el 3 de marzo de 1812, tras la sangrienta acción de la foz de Aspurz, que tuvo lugar el día anterior y que indujo al general francés Caffarelli, herido en ella, a denominarla «la foz del diablo»; Navascués fue sometida durante tres días a saqueo e incendio y las mujeres (únicas que quedaron en la villa, con los niños) sometidas a todo tipo de vejación.
En 1847, el almiradío era un conjunto atravesado sólo por caminos de herradura y en mal estado, dedicado a la agricultura y la ganadería, con tierras de secano, de orografía escabrosa y no muy buena calidad. Sus cuatro pueblos principales tenían escuela; pero la villa contaba con dos: una de niños frecuentada por cincuenta y dotada con 1.500 reales al año, y otra de niñas, con cuarenta y seiscientos respectivamente; la iglesia parroquial de Navascués estaba servida por un vicario, que era presentado por los vecinos, y un beneficiado, que lo había sido hasta entonces por el abad de Leire, recién desaparecido por la exclaustración.
En los años veinte de nuestro siglo había en la villa, además, café y casino, un molino explotado por una sociedad privada, central eléctrica, fábrica de curtidos, dos buenas posadas y varias tiendas, guardia civil y carabineros. En todo el almiradío -excluido ya Castillonuevo- había tres molinos y cuatro escuelas.
Enlaces de interés:
A) Documentos digitalizados (públicos y privados) de interés para la localidad
B) Enlace al archivo municipal
C) Otros archivos con documentos relevantes sobre la localidad
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