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Vivimos en un mundo tecnológico, donde algunas veces las máquinas reemplazan a los hombres, al bien o al mal. Esta sustitución no puede ocurrir cuando un médico atiende a un paciente, porque esa relación es de extrema confianza y también de extrema vulnerabilidad por parte del enfermo. Nada sustituirá una conversación frente a frente, un tacto, una explicación cordial de la enfermedad y del proceso del enfermar. Somos seres humanos y necesitamos ser tratados como humanos y nunca con el automatismo de las máquinas. Los médicos hacemos ciencia y buscamos soluciones para humanos. De nada nos sirven médicos que sólo miran exámenes, la buena medicina se practica cuando el profesional desciende del trono y hace empatía para colocarse al mismo nivel de su paciente, deshaciendo cualquier asimetría en esa relación.