Andosilla
Zona no vascófona.
Limita al N con Lerín, al E con Falces y Peralta, al S con San Adrián y Calahorra (Rioja) y al O con Sartaguda y Cárcar.
Desde el punto de vista geológico el término se halla recorrido, en dirección NO a SE, por un anticlinal, cuyo eje pasa junto al pueblo, y dos sinclinales, y está formado principalmente por yesos, alternantes con margas, del Oligoceno y Oligo-Mioceno. Se exceptúa la franja de aluviones que acompaña al Ebro y sobre todo al Ega, y que se halla escalonada en varios niveles de terraza. La erosión ha modelado en los flancos del anticlinal y de los sinclinales una serie de crestas yesíferas de 400-500 m separadas por vallonadas margosas; el Ega discurre a 300-315 m de altitud.
(p. halepensis).
Clima y Medio Ambiente
Clima y vegetación son de tipo mediterráneo. El promedio anual de las precipitaciones, caídas en 50-60 días, es de 400-450 mm, el de la temperatura 13º-14º C y el de la evapo-transpiración potencial, 725-750 mm. El verano es seco y el cierzo sopla con frecuencia e intensidad.
Flora
Prácticamente no queda nada de la cubierta vegetal originaria, que fue destruida sobre todo por agricultores y ganaderos. Hay 44 Ha de chopos y 45 de pinos, principalmente de repoblación.
HERÁLDICA MUNICIPAL. Trae de gules y una silla de montar de oro. En bordura de gules las cadenas de Navarra. Con estos mismos colores y metales aparece en un documento del siglo XVI, que fija los límites entre Andosilla, Azagra y Funes, e igualmente en las vidrieras del palacio de la Diputación. En la fachada del Ayuntamiento se grabaron dos sillas, una sobre otra, pretendiendo hacer un blasón parlante (dos sillas), pero sin tener en cuenta la Historia y la tradición.
CASA CONSISTORIAL. Se encuentra en la parte alta de la villa, sobre la plaza de D. López del Val. Su construcción data del siglo XVIII. En el año 1956 se consolidó el edificio, según diseño del aparejador Victoriano del Val. Su ayuntamiento está regido por alcalde y diez concejales.
HISTORIA. Aunque en su término se hayan encontrado restos arqueológicos antiguos, no tienen ningún fundamento las hipótesis seudoeruditas que identifican el lugar con el centro de convocatoria de los «Andelonenses», citado por Plinio el Viejo y ubicado sin dudas en Andión. Como Cárcar y desde sus reductos de cuevas, pudo ser una de las avanzadas del reino de Pamplona frente al Islam durante el siglo X. En la siguiente centuria consta ya, en ocasiones, como una de las «tenencias» u honores de la monarquía. Villa de señorío realengo, el proceso repoblador había culminado cuando el rey Sancho VII el Fuerte normalizó por fuero (1210) las prestaciones de sus labradores: debían entregar globalmente al año una pecha de 600 sueldos, 100 cahices de trigo y otros tantos de cebada, y situar estas especies en Peralta; sólo debían rendir «labores» personales en el reforzamiento de las «cuevas» y los «claveros» regios serían en adelante vecinos de la propia villa. El registro de 1280 consta además una exacción anual fija en concepto de «lezda», quizá por os derechos del tráfico de mercancías con Castilla. También se contemplan las tasas notariales de los judíos, pero la minoría hebrea debió de quedar eliminada de momento por la matanza de 1328. La iglesia, bajo la advocación de los santos Julián y Basilia y confirmada en 1144 a la catedral de Pamplona, fue transferida sin embargo en patronato por el rey Carlos III (1408) a favor de Pierres de Peralta el Viejo, quien recibió poco después (1414) el señorío perpetuo de la villa con la jurisdicción baja y mediana. Con todo, fue luego inscrita en el condado de Lerín; en 1495 volvía a albergar vecinos judíos, en número de 11 familias, una séptima parte de la población. El señorío recayó ulteriormente en la casa de los marqueses de Falces que, hacia 1800, todavía nombraban el alcalde a propuesta de los vecinos. Con la desaparición del Antiguo Régimen en la primera mitad del siglo XIX, el condado dejó de existir.
En 1849 se le calculaban 40.000 robadas de término, de ellas 16.000 en cultivo, las cuales se sembraba la mitad cada año: 4.500 con grano, 200 de legumbres, 40 de hortalizas y
800 de prados y pastos artificiales, 1.000 de pastos naturales, 800 de bosque y maleza y 80 concejiles. Los propietarios cultivaban 10.000 robadas y unas 6.000 estaban en arrendamiento. Había un molino harinero, otro de aceite y algunos telares de lienzos ordinarios.
En el primer tercio del siglo XX ya funcionaba un hospital sostenido por la caridad pública y contaba con varios comercios, algunos talleres de construcción de carros, hojalatería, calzado, sastrería, carpintería, fábricas de chocolate, dos molinos harineros, cuatro de aceite, trujales, fábricas de conservas, fábricas de harina, comisionistas y traficantes de cereales.
Es patria del militar carlista Díaz de Rada.
En la parte alta del pueblo se emplaza la parroquia de San Julián y Santa Basilisa, fábrica gótico-renacentista de ladrillo, típica de la Ribera del Ebro. Fue construida a partir de 1.543 con trazas de Martín de Oyarzábal y Juan de Aguerri y según estos proyectos presenta nave única con capillas entre los contrafuertes, crucero que no destaca en planta aunque sí en alzados y cabecera pentagonal. Su espacio se cubre por bóvedas góticas de nervios mixtilíneos, con esquema estrellado en los dos tramos de la nave y el central del crucero, mientras que en los brazos de éste se reducen a simples rombos y en las capillas laterales a sexpartitas muy simplificadas. En la cabecera hay una bóveda gallonada con nervios en forma de estrella de siete puntas. Tienen estas cubiertas claves y ménsulas decorativas según modelos platerescos. En estas últimas figuran escenas franciscanas, querubines, bustos en tondos, cartelas con mascarones o calaveras. A finales del siglo XVII se amplió el templo con una nave de bóvedas de aristas por el lado del Evangelio, coincidiendo con la erección de la nueva sacristía, junto a la cabecera, que según los documentos parroquiales se hizo en 1695 por el maestro de Falces Damián Romeo. En la actualidad, esta dependencia está totalmente transformada y han desaparecido sus bóvedas con yeserías que fueron talladas en 1697 por Sebastián de Portu, escultor de Calahorra, según el modelo de la iglesia del Portal de Villafranca. Por último, en la segunda mitad del siglo XVIII, se hizo el coro alto de los piés, elevado sobre cuatro columnas acanaladas y con decoración rococó. Al exterior, la parroquia se configura como un imponente bloque de ladrillo, con una esbelta torre a los piés de varios cuerpos prismáticos y uno octogonal de remate, que sirve de campanario. Aquéllos se remontan a 1586 y se deben al maestro Pedro de Izaguirre, mientras que el cuerpo de campanas pertenece a una reforma barroca, que en 1752 llevó a cabo Juan Ángel de Igaregui. También destaca al exterior un pórtico del siglo XVII, que protege la puerta del lado de la Epístola con dos cuerpos sucesivos de arquerías y vanos rectos, engalanados con las típicas labores geométricas de las obras barrocas de la Ribera. Preside el templo parroquial un grandioso retablo mayor romanista, que puede considerarse una de las muestras más representativas del arte de Bernabé Imberto, reputado escultor del taller de Estella, quien lo realizó a partir de 1597. Inspirado en el retablo de Santa María de Tafalla y con evidentes analogías con el de Mendigorría, también de Imberto, ofrece una traza manierista de compleja arquitectura. En su alzado se sucede un pedestal y un alto banco encuadrado por robustas ménsulas en sus extremos, más dos cuerpos de tres calles y dos entrecalles intermedias. Estos últimos los forman columnas jónicas y compuestas de fustes entorchados o lisos con anillos decorativos, debidos a una reforma del siglo XVIII, lo mismo que otros ornatos de la calle central, que desentonan con el aspecto original del retablo; culmina el conjunto un ático triple con la parte central incorporando el medio punto que remata el segundo cuerpo, sobre el que monta un pedestal y un frontón curvo envuelto en volutas. Dicha arquitectura sirve de marco a una riquísima iconografía de relieves y bultos de figuras romanistas con potentes anatomías al estilo miguelangelesco de Juan de Anchieta, sobre todo en relación con el retablo de Tafalla, va citado. Abundan las escenas de los titulares, San Julián y Santa Basilisa, cuyas tallas ocupan el nicho principal del primer cuerpo, sucediéndose sobre ellos un Cristo Resucitado y el Calvario. También forma parte del retablo el primitivo sagrario romanista, aunque reformado en época neoclásica, en cuya puerta figura un bello relieve del Descendimiento. Sirven de colaterales los altares romanistas de San Sebastián y Nuestra Señora de la Cerca, antiguamente de la virgen del Rosario, ambos al estilo de Imberto, aunque sólo está documentado como suyo el primero. Su traza es una versión simplificada de la del retablo mayor y tanto uno como otro aparecen repletos de figuras miguelangelescas, si bien el de Nuestra Señora de la Cerca lo preside una talla gótica del siglo XIII de esta titulación. La iglesia se enriquece asimismo con los retablos barrocos de la Inmaculada y San Ramón Nonato, que llevan lienzos de sus titulares del siglo XVIII, y con la sillería rococó del coro. Dentro del tesoro parroquial, formado por diversas piezas de plata, sobresalen varios cálices de traza purista de la primera mitad del siglo XVII y otro de esquema semejante pero americano del siglo XVIII. Fuera del pueblo se encuentra la Ermita de la Santa Cruz, construcción moderna aunque alberga un Crucificado romanista de hacia 1600, de calidad estimable, que puede adscribirse al Círculo de Bernabé Imberto.
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