Tiene un buen recuerdo de su niñez, destaca las vivencias en la calle y los diferentes juegos que realizaban. Desde muy joven iría a servir por las casas durante los veranos. Posteriormente vendría a las monjas a Pamplona, pero durante los periodos en los que había trabajo en la fábrica de flores de plástico volvería a Peralta. A partir de los dieciséis años comenzaría a trabajar en la fábrica de plásticos de hasta su jubilación. Destaca su gusto por el baile, en especial las jotas que tocaba la banda del pueblo en la plaza.