Cárcar
Zona no vascófona.
Limita al N con Lerín, al E y S con Andosilla y al O con Sartaguda, Lodosa y Sesma. El yeso es la roca más representativa de Cárcar, cuyo territorio queda incluido entre los afloramientos evaporíticos del Oligoceno y Mioceno de la Ribera. De N a S se distinguen estas tres estructuras halocinéticas: el flanco meridional del anticlinal de Falces; el sinclinal de Peralta, con yesos y arcillas intercaladas de la Formación de Lerín, del Oligoceno-Mioceno; y el anticlinal de Lodosa-Andosilla, con yesos oligocénicos (yesos de Cárcar). Hay que añadir las extensas franjas de aluviones cuaternarios escalonados en diversos niveles de terrazas que jalonan el curso del Ega. Dicho río corta de N a S y un tanto sesgadamente las estructuras geológicas, y entre él y los barrancos afluentes han modelado en los pliegues una serie de crestas y escarpes yesíferos, como aquel que sirve de asiento a la villa (433 m) o el de La Nava (464 m) y la Sesmilla (453 m).
Clima
El clima se caracteriza por las fuertes amplitudes de la temperatura -inviernos fríos, veranos calurosos-, la escasez e irregularidad de las precipitaciones, la aridez y la frecuencia e intensidad del viento. Es parecido al clima de toda la Depresión del Ebro, de tipo mediterráneo-continental. Algunos de los valores medios más importantes son: 12º-14° C de temperatura, alrededor de 450-500 mm de precipitaciones, caídas en 50-60 días, y 700-750 mm de evapotranspiración potencial.
Flora
La cubierta vegetal originaria ha sido muy alterada, choperas y pinares de repoblación ocupan una escasa superficie.
HERÁLDICA MUNICIPAL.Trae de plata y un castillo en su color natural del que ondea una bandera de gules con una cruz de plata. A ambos lados del castillo dos robles de sinople.
CASA CONSISTORIAL. Situada en la Plaza de los Fueros, en la parte más alta de la Villa, junto a la iglesia. Edificio barroco, del siglo XVIII, elevado en tres cuerpos. La planta baja se articula mediante una arcada ciega entre pilastras. Tiene un cuerpo avanzado a su fachada, apoyado sobre pilares, formando una amplia terraza, construida en fechas recientes. En la parte superior del edificio hay un escudo de la villa, en alabastro, labrado en estilo rococó durante la segunda mitad del siglo XVIII. El Ayuntamiento está regido por alcalde y ocho concejales.
HISTORIA. Villa reconquistada por el rey Sancho Garcés I (ca 907), quien construyó en ella un castillo, para asegurar la conservación de la comarca en sus manos. Abd al- Rahman III lo ocupó durante las campañas del 920 y del 924, y en la segunda ordenó su desmantelamiento y quema, dando a entender con ello que era imposible sostener la plaza en manos musulmanas. Estuvo de nuevo en posición fronteriza ante el Islam durante la época en que Calahorra volvió a poder musulmán (¿963?-1045). Se ignora en qué momento la villa pasó de la corona al dominio privado, en que estaba a principios del siglo XIII. Su señor, Pedro Díaz, la empeñó en 1219 al rey Sancho VII, a quien acabó vendiéndola en 1222. Quizás poco después se unificaron las cargas señoriales de su población en una pecha global o tasada, que se mantuvo casi estable en los siglos bajomedievales. Su proximidad a la frontera explica que los castellanos la ocuparan en 1276 y en 1378-86. Parece que a resultas del convenio de 1319 los reyes cedieron la iglesia parroquial de San Miguel a la catedral de Pamplona y en 1334 un comisionado papal la incorporó al patrimonio del obispo de Pamplona. Con todo, en 1408 Carlos III cedió el derecho de patronato a mosén Pierres de Peralta el Viejo, a quien había otorgado de por vida el cobro de la pecha (1405). El proceso de retorno de la villa al señorío particular se había iniciado a mediados del siglo XIV, cuando los reyes comenzaron a enajenar parte de la pecha en forma de donos vitalicios. En 1392 se otorgó toda la pecha a Juan de Domezáin yentre 1414 y 1428 la disfrutó el bastardo real Godofre. Entre 1428 y 1485 la villa perteneció a la familia de los Peralta, aunque con interrupciones como las de 1447 y 1470. A través de dos matrimonios protagonizados por el infante Jaime de Foix con Ana de Peralta y Catalina de Beaumont, Cárcar pasó de una a otra familia. Ya en 1495 Luis de Beaumont, segundo conde de Lerín, la incluía dentro de su condado. Durante los siglos XVI-XIX, perteneció Cárcar al condado de Lerín, y así permaneció hasta la desaparición del régimen señorial en la primera mitad del XIX. En 1802 era villa del duque de Alba, pero porque éste era a la vez conde de Lerín. Consecuentemente, al duque correspondía la jurisdicción civil y criminal y la ejercía poniendo alcalde mayor a su voluntad, y el ordinario a propuesta del pueblo. En 1850 tenía una escuela de niños a la que asistían entre 60 y 70 y cuyo maestro recibía 3.000 reales al año, una fuente de aguas purgantes y diuréticas, 4.000 robadas regadas por el Ega y un molino harinero. El puente aún era de madera. Los montes comunes estuvieron cubiertos de árboles hasta que en 1763, a instancias de los labradores, el Consejo de Navarra acordó que se dieran a cada uno tres robadas, para cultivarlas.
Durante la primera guerra carlista (1833-1839), por otra parte, las tropas constitucionales habían convertido en fuerte la ermita de Santa Bárbara, situada en una eminencia al norte de la villa, y la propia parroquia de San Miguel, impidiendo ambas fortificaciones que los partidarios de Carlos (V) pudiesen penetrar varias veces en la Rioja y baja Navarra.
A comienzos del siglo XX, los molinos harineros eran dos, uno con central eléctrica.
Cárcar poseyó un hospital que ya funcionaba en el siglo XVII, desconociéndose quienes fueron sus fundadores. La dirección del Hospital corría a cargo del Párroco y del Alcalde, quienes en ocasiones nombraban como administrador a un vecino de la villa.
La labor del Hospital se concretaba en el cuidado de los enfermos de la villa que acudían a él, al socorro de los enfermos pobres en sus casas, al hospedaje de los transeúntes sanos y curiosamente al préstamo, con devolución obligatoria, de trigo de los labradores necesitados.
Además se encargaban de abonar al Maestro de la villa, el importe necesario para la instrucción de doce niños pobres, enseñándoles a leer, escribir, así como doctrina cristiana. Todo ello era posible gracias a que el establecimiento poseía numerosos pajares, rentas, tierras, y legados procedentes de testamentos, limosnas y otras donaciones.
La vida del Hospital decayó durante la Guerra de la Independencia y sobre todo durante la primera guerra carlista. En 1932 la autoridad Civil de Cárcar intentó hacerse con la administración del Hospital, lo cual fue impedido por el párroco, evitándose así su desaparición.
También en Cárcar, en 1840, existió la Cofradía de Santiago, encargada de socorrer a los cofrades pobres durante sus enfermedades y correr con sus gastos de entierro y funerales.
CASTILLO: Dominando la villa, hubo en época medieval un castillo, cuyos orígenes se remontan al siglo X. En 1220, Sancho el Fuerte lo tomó, junto con la villa, empeñado de poder de don Pedro Díaz, pasando definitivamente al real patrimonio dos años después. Sancho Pérez de Lodosa aparece como alcaide de este castillo y del de Lerín en 1264. Más tarde, en 1276 Martín Ruiz de Aibar, merino, prestó homenaje a la reina doña Juana en la persona de Imberto de Belpuch, condestable de Francia, por ésta y otras cinco fortalezas de la Ribera. En los últimos años del siglo XIII, siendo alcaide Gonzalo Sánchez de Azagra, la retenencia suponía 100 sueldos y 25 cahíces de trigo.
En 1300 se reparaban las techumbres del castillo y se construía una casa o vivienda dentro del recinto. Formaban parte también de la fortificación unas cuevas excavadas en la peña, de origen musulmán, que se acondicionaron el año 1309, según los libros de Comptos. En 1321 aparece como alcaide Pedro García de Zariquiegui, que al parecer continuaba hacia 1340. Posteriormente, hay un período en que el castillo no aparece en la documentación.
Carlos III dio el señorío de la villa, castillo y cuevas a don Godofre de Navarra, en 1414. Posteriormente, la reina doña Blanca lo concedió a su doncella María de Peralta, cuando se desposó con mosén Juan, señor de Luxa. En 1430, con ocasión de la guerra con Castilla, defendieron la fortaleza 9 hombres de armas y 24 ballesteros, a las órdenes del capitán Beltrán de Lacarra. En 1447, el señor de Luxa vendió el señorío, con licencia de Juan II, a mosén Juan de Monreal por 1800 florines de oro. Posteriormente volvería al patrimonio del rey, quien en 1470 lo cedería de nuevo, esta vez a mosén Pedro Vaca. En los últimos años del reinado de don Juan de Labrit, pertenecía ya la villa con su castillo al condestable don Luis de Beaumont, conde de Lerín, siéndole confiscados por sus continuas rebeliones e intrigas contra el trono navarro. Precisamente esa filiación beaumontesa fue la que salvó al castillo de las demoliciones decretadas en 1516 y 1521. Posteriormente, pasó a la casa ducal de Alba, tras su entronque con los condes de Lerín. Hoy no subsisten ni vestigios, por haberse allanado en los últimos años el lugar que antiguamente constituyó el emplazamiento del castillo.
Domina el caserío la parroquia de San Miguel construida en estilo gótico renacentista durante el segundo tercio del siglo XVI con planta de cruz latina, capillas entre los contrafuertes y cabecera poligonal, que se cubren con bóvedas estrelladas. El último tramo de la nave, la sacristía y otras dependencias son producto de la ampliación del XVIII, atribuida al maestro de obras de Lodosa, José de Abós, que en el año 1718 estaba trabajando en la parroquia. A esta época corresponde asimismo el cuerpo de campanas de la torre, asentado sobre el fuste del siglo XVI donde se engloban restos medievales. El retablo de la Virgen del Rosario, de estilo romanista, hecho para cobijar la imagen titular del segundo tercio del siglo XVI, se debe al escultor estellés Bernabé Imberto, hecho en torno a 1600 con la posible colaboración de Martín de Morgota y la policromía del pintor Bartolomé Díaz de Uterga. Esta obra sirvió de modelo a su colateral simétrico de Santa Catalina que ejecutó el propio Martín de Morgota antes de 1617. No obstante, la pieza cumbre es el retablo mayor del templo, de estilo barroco de comienzos del siglo XVIII. Se trata de uno de los mejores ejemplos del estilo churrigueresco en Navarra donde, siguiendo las directrices estructurales del retablo de San Esteban de Salamanca de José Benito de Churriguera, se funden elementos procedentes del grupo de los entalladores tudelanos contemporáneos compuesto por Gurrea, San Juan o los hermanos del Río, junto con otros derivados del foco estellés que representa Juan Ángel Nagusia. De los primeros deriva la composición general mientras que la influencia de Nagusia se advierte mejor en la ornamentación. El resultado es una obra fastuosa, con columnas salomónicas y rico follaje donde se intercalan querubines, que enmarcan la talla de San Miguel, de estilo barroco, que preside el conjunto. Son asimismo interesantes una arqueta relicario de estilo gótico, hecha en madera y hueso en el siglo XV, la sillería de coro y el cancel de ingreso, estas dos últimas piezas repletas de ornamentación rococó propia de la segunda mitad del siglo XVIII. Algo más tardío es un ostensorio de plata con punzón de Los Arcos.
Ermitas. En la parte alta del pueblo se conservan ruinas de la antigua ermita de Santa Bárbara. En dirección a Lerín se emplaza la ermita de Nuestra Señora deGracia, antiguamente denominada Nuestra Señora del Regadío. Es una fábrica barroca del siglo XVIII presidida por un retablo de estilo rococó que se relaciona con los trabajos de Dionisio de Villodas y Lucas de Mena en el convento del Carmen de Villafranca. La Virgen titular, gótica del siglo XIV, fue restaurada hacia 1980.
Arquitectura civil: El caserío se asienta sobre una escarpada roca de alabastro, alargado, con tres arterias paralelas longitudinales que parten de la plaza de los Fueros y a las que atraviesan otras secundarias. En el conjunto se conservan varias edificaciones barrocas como el Ayuntamiento y algunas otras que lucen escudos diversos; entre ellos se reconocen las armas de los Sansoain, Corroza, Díaz de Rada, Oxas, Zúñigas o Martínez.
Órgano. Cuenta con un ejemplar rococó. Este estilo, que afecta sobre todo a los aspectos decorativos, está muy presente en las cajas de los órganos. De esta época (segunda mitad del siglo XVIII) quedan muchos, y son los de fachadas más llamativas y fastuosas.
Su autor es conocido. Así reza su «secreto»: «Joseph de Mañeru y Ximénez me fecit en Lerín Año 1736. Rueguen a Dios por él». Se ignora quién es el autor de la bella caja. Es lamentable que en fechas bastantes recientes se hubieran vendido unos 123 tubos de fachada.
Cuenta también con un ejemplar de la 2ª mitad del siglo XX. Cuando se introducen cambios fundamentales en la estructura y transmisión de los órganos. Poco a poco se va abandonando el tradicional sistema mecánico (que hoy en día nuevamente es preferido por muchos organistas) y tras unos años de experiencia del llamado órgano neumático-tubular (maquinaria Walker), se llega al sistema eléctrico.
En cuanto a las cajas usadas por estos órganos, a partir de los años 40 se implanta la fachada «sin caja»: la mitad inferior de la misma está protegida por un cajón funcional y la mitad superior presenta los tubos descubiertos, aunque se cuida su distribución artística.