EL CURA QUE NO SABÍA NADA
Era uno que estudió para cura, pero no sabía nada. Sin embargo, su madre ponderaba su sabiduría con gran exageración ante todos los vecinos:
–Buh, mi hijo cura.
Como había estudiado, a su madre le parecía un sabio. Y ya llegaron las fiestas del pueblo en que tenían que llamar a un cura y le pidieron que hiciera él el sermón. Por eso, su madre alardeaba ante los demás:
–Veréis, veréis qué latinadas va a decir mi hijo en la misa.
Se puso en marcha hacia el pueblo y, como no sabía nada, estudió qué decir en el sermón por el camino. Oyó, en primer lugar, un búho que decía:
–¡Gocunme!
Y lo apuntó para el sermón. Después vio un lagarto que, como sale de un sitio y se mete en otro haciendo un sonido entre las matas, anotó:
–¡Firristi, farrasta!
Llegó al pueblo, se subió al púlpito y, como no sabía decir nada, comenzó el sermón de la siguiente forma:
–¡Gocunme!
–Mira, mira qué bien habla –decía en voz baja su madre.
–¡Gocunme! ¡Firristi, farrasta! –proseguía el cura.
–Mira, mira qué latinadas –insistía orgullosa la madre.
Pero ya, por fin, no sabía qué decir después de lo que había aprendido en el camino y le exhortó con religiosidad su madre:
–Hijo mío, dinos, dinos qué dice Dios.
–Pues sabe qué dice Dios: que en el mundo no hay ninguna tan burra como vos –dijo el cura desde el púlpito.
Y, como no sabía más, el pueblo ya se tuvo que conformar.