EL SERMÓN DE BARBARIN
En Barbarin fue también muy gracioso el sermón de las fiestas. En Barbarin San Román es el patrón. Entonces era costumbre de todos los pueblos llevar un predicador. Y en Barbarin, además, el ayuntamiento tenía costumbre de pagar una peseta al predicador por cada vez que nombraba al patrón en el sermón.
Y era ésa la tarifa de los sermones de fiestas, pero el capuchino que traje- ron aquel año no lo sabía, porque no se lo habían dicho. Lo habían comuni-
cado sólo al convento. Como no lo sabía el pobre hombre, nombró poco a San Román: dos veces o así. Aunque hizo un sermón muy bonito, cuando fue a cobrar, claro, como era San Román, no podían darle más y le dieron en aquellos tiempos sólo dos pesetas.
Y le dice el cura al alcalde:
–Este año nos ha salido barato, ¿verdad? Ahora, el año que viene no sé. Y le tranquilizó astutamente el alcalde:
–Sí, pues para el año que viene traeremos al mismo.
Llegó otra vez el día de la fiesta de San Román al año siguiente y predi- có el capuchino:
–¡San Román, Romanón, Romanillo, Romanacho! ¡San Román, Roma- najo, Romanillo!
Y venga San Román. Y otra vez. Y San Román por aquí y San Román por allá. Y San Román era joven y San Román fue viejo y venga San Román. Y decía el cura:
–Este nos va a joder; este nos va a joder. Aquel año tuvieron que darle diez pesetas.