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EL POBRE Y LAS VELAS (2)

  • Audio mota:
  •       - Testimonio
  • Sailkapena:
  •       - Herri ipuinak
  • Ikertzailea / laguntzailea:
  •       - Ekiñe Delgado Zugarrondo
  • Audioaren kokapen:
    Zúñiga
  • Informatzaile mota:
    Individual
  • Audioaren informatzaileak:
    Zurbano, Ester
  • Audioko agenteak:
    Alfredo Asiáin Ansorena

Estaban de limpieza en la iglesia, como es costumbre hacer en los pueblos para las fiestas. Entonces, estaban lavando las imágenes de los santos y sus vestimentas y se les rompió el patrón. Y, como la fiesta en su honor se iba a celebrar en aquellos mismos días, el cura y el ama estaban muy apurados. –¿Y qué vamos a hacer ahora sin santo patrón, si se nos ha roto? –decía el cura apuradísimo. En aquellos tiempos, iban muchos pobres a pedir por las casas de los pue- blos. Llamó uno de tantos para pedir limosna, bajó el ama y, al verlo, subió corriendo a llamar al cura: –Ay, señor cura; que ha llamao un pobre abajo que es igual, igual, igual que el santo que se nos ha roto. Si le ponemos los vestidos, me parece a mí que va a dar resultado. –Hombre, pues no te lo dejes escapar. ¿Dónde está? –preguntó el cura. –En la puerta siguiente –respondió el ama. –Llámale –ordenó el cura. Le llamaron y, cuando estuvo ante el cura, éste le propuso: –Pues, mire, se nos ha roto el santo y, como usted es muy parecido, si qui- siera ponerse en su lugar vestido con sus galas sólo el día de la fiesta, le daría- mos comida y algo de dinero. –Hombre, pues sí, acepto. Pierda cuidado –se comprometió el mendigo. Lo llevaron, entonces, sin que lo viera nadie y lo vistieron para la cere- monia en la iglesia. Comenzó la misa e, inmediatamente, las mujeres empe- zaron a encender velas y a colocárselas alrededor del patrón, que no era sino el mendigo. Le ofrecieron tantas velas en la ceremonia, que se empezó a mo- ver molesto porque se quemaba. Vio el cura que el mendigo se estaba mo- viendo al quemarse y predicaba para disimular: –Claro, es que sois tan malos, que el santo no puede resistir. Sois unos pecadores y aquí va a ocurrir algo. El santo se va a cansar y se va a marchar de este pueblo. Mirad, mirad cómo se mueve ya. Y el mendigo ya no podía aguantar más, porque estaba todo quemado: se le chamuscaron las manos y el cuerpo. Por lo que la gente, como el cura les había asustado tanto, se empezó a salir de la iglesia con mucho miedo, mien- tras el sacerdote finalizaba la ceremonia con la bendición: –Podéis marcharos, porque sois unos pecadores y el santo no aguanta esto. Salió toda la gente del templo y el cura y el ama socorrieron al mendigo que había hecho de santo. Lo llevaron a la sacristía y vieron que estaba todo quemado por las velas.