LA BODA DEL BRUJO
Tantos cuentos contaba mi padre. Contaba que en Ganuza había un hombre que no sé si era de esos Petismes o de los de Azcorbe, y tenía una no- via en Larrión. Y un día le dijo:
–Oye, ¿cuándo nos casamos?
–No me voy a casar contigo –le contestó decidida su novia.
–¿Por qué? –le preguntó sorprendido.
–Porque eres brujo –le respondió con miedo y repulsión la novia.
–¡Qué voy a ser brujo yo! Dame palabra –le insistió ese hombre.
–Que no me voy a casar –contestó con decisión.
–Bueno, pues si no me das palabra, mañana has de salir en la cama con el pelo de media cabeza cortado –la maldijo el brujo ese de Ganuza.
A la mañana siguiente, se miró al espejo la chica de Larrión y tenía la mitad de la cabeza afeitada. Entonces se lo creyó y pensó:
–Es cierto lo que me dijo ese Petisme.
Se encontraron ese mismo día y la amenazó de nuevo Petisme:
–O me das palabra de que te vas a casar conmigo o, si no, mañana has de levantarte calva.
Por fin, tuvo que ceder y casarse, porque ya le nacía el pelo sólo en la mitad de la cabeza. Y un día se lo tropezó el cura en la puerta de la iglesia, antes de tocar a la oración. Estaba Petisme allá rezando y le preguntó arrepentido:
–¿A usted le parece que tengo perdón?
–Sí, hombre, sí; que el Señor quiere pecadores arrepentidos. Usted se arrepiente y ya está –le tranquilizó el cura.
–Pero que yo he sido muy malo –dudaba el brujo.
Y decía eso, porque tenía que ir a las doce de la noche a coger la simiente de los helechos a Gubidarra.