Miranda de Arga
A) Zonificación según la Ley del Vascuence
Zona no vascófona.
B) Estadísticas sociolingüísticas
Fuente: Instituto de Estadística de Navarra (IEN). Censo de 2001
C) Mapas dialectológicos
Atlas Lingüístico y Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (ALEANR) (Alvar, 1979-1983)
D) Recopilaciones y estudios monográficos sobre el habla y el vocabulario de la localidad
Limita al N con Berbinzana, al E con Tafalla, al S con Falces y al O con Lerín. Salvo una pequeña parte del SO, donde afloran los yesos de Lerín (flanco N de anticlinal de Falces-Caparroso), todo el término municipal queda incluido desde el punto de vista litológico en las arcillas miocénicas, que tienen algunas intercalaciones areniscosas, y en los aluviones cuaternario y actuales, y desde el punto de vista tectónico en el llamado por los geólogos sinclinal de Miranda de Arga. Al O del término se halla la zona topográficamente más accidentada (serrezuelas y barrancos, que culmina a 546 m en Jenáriz) y al E la más llana (350-400 m), y en la que hay mayores extensiones de aluviones cuaternarios escalonados en tres niveles de terrazas dejados por el Arga, que atraviesa el municipio de N a S describiendo un pronunciado meandro.
Comunicaciones: Carretera local hasta Tafalla y con prolongación en la comarcal NA-122, Estella, Andosilla, a la altura de Lerín.
Clima
El clima es de tipo mediterráneo-continental, caracterizado por la fuerte amplitud de las temperaturas, la escasez e irregularidad de las precipitaciones, la frecuencia del cierzo y sobre todo la acusada sequía veraniega. Sus principales valores medios anuales son: 13-14" C de temperatura, 450-500 mm de precipitaciones, caídas en 55-65 días, y alrededor de 725 mm de evapotranspiración potencial.
Flora
No quedan casi restos de la vegetación vegetal originaria, formada principalmente por encinas.
HERÁLDICA MUNICIPAL. El 21 de febrero de 1512 los reyes don Juan de Labrit y doña Catalina expidieron un documento en Tudela en que manifestaban: «... e por cuanto en tipos pasados ellos mismo con su fidelitat y esfuerzo ganaron el castillo de la dicha villa, estando agenado y ocupado en manos de castellanos, porque es razón las armas e insignias tengan de aquello en que virtuosamente en servicio de la corona se executamos, les damos por privilegio especial o libertad por armas hun castillo de oro en campo de gules, para que assi, concejalmente et singularmente puedan tener et llebar e de ellas se puedan honrar y aprovechar a perpetuo...». En el sello usado en la actualidad el castillo está sostenido por dos leones. Así figura en las vidrieras de la Diputación, siendo en cambio, incorrecto el del salón del trono: cuartelado: 1.° y 4º. un castillo de oro en campo de gules. 2.º las cadenas de Navarra de oro. 3.º un león rampante en campo de oro. En el siglo XIII usaba un sello consistente en un puente romano de tres arcadas y a ambos lados torres redondas de tres almenas.
CASA CONSISTORIAL. Situada en la plaza, junto a la iglesia fue construida a comienzos del siglo XIX. Consta de dos cuerpos. Tiene un muro exterior en piedra y su fachada principal está enfoscada y pintada. Su ayuntamiento está regido por alcalde y ocho concejales.
HISTORIA. Consta ya entre las villas cuyas respectivas iglesias encomendó el rey Sancho Ramírez (1086) a la abadía de Montearagón. Desde 1124 figura como cabeza, de una de las «tenencias» del reino. Junto con Artajona y otros lugares estuvo en poder del monarca castellano Sancho III (1153-1158). Era villa de señorío realengo y Sancho VII el Fuerte cifró por «fuero» (1208) en 4.200 sueldos el importe global de todas sus pechas y servicios. Quedó inscrita en el marco de vigencia del llamado fuero de la «Novenera». Su concejo cedió al monarca el derecho de patronato de su iglesia (1263), pero el rey Felipe II el Largo lo otorgó a su vez (1320) a la catedral de Pamplona. Por el tratado de Briones (1379) permaneció nuevamente durante un lustro en manos de Castilla. Formó luego parte de la dote de la infanta Leonor (1447) en su matrimonio con el conde Gastón de Foix. Tras la ocupación por Enrique IV de Castilla (1463), la gobernadora Leonor premió a la villa con la exención de «cuarteles» durante diez años. Los soberanos Catalina y Juan II concedieron a sus vecinos la hidalguía colectiva y la hicieron buena villa con asiento en las Cortes del reino (1512). El baile regio pasó a llamarse preboste. FMG.
Más tarde, en 1630, Miranda compró al rey la jurisdicción criminal por 7.000 ducados de plata. A comienzos del siglo XIX continuaba gobernada por un alcalde, que era designado por el virrey y que ejercía la jurisdicción civil y criminal, y por seis regidores. Luego, con las reformas municipales de 1835-1845, Miranda quedó como ayuntamiento de derecho común.
A finales del siglo XIX producía cáñamo, lino, frutas y hortalizas. En el secano se recogía algo de vid y mucho trigo. En 1807 la villa contaba con escuela de niños, concurrida por cien y cuyo maestro percibía cuarenta ducados al año, y escuela de niñas, con setenta discípulas y veinte ducados de dotación. En 1847 el maestro recibía 3.592 reales al año por enseñar a 76 alumnos, y la maestra 1.374 por hacerlo con 82.
Miranda había contribuido a la guerra de Convención (1793-1795) con veintinueve voluntarios. Luego durante la guerra de la Independencia (1808-1813), fue -como tantos pueblos de Navarra- objeto de requisas francesas y también de contribuciones a los guerrilleros . En 1810, en Miranda pararon Javier Mina y Espoz y Mina, en distintos momentos, y el 2 de octubre de 1811 fue fusilado en Pamplona el sacerdote mirandés Luis Blas Gómez, acusado de incitar al pueblo a la rebelión.
Mediado el siglo XIX las cosechas principales eran de trigo cebada y uva. Había dos molinos harineros, el de Cabués, a media legua del pueblo, y otro en la villa misma. En el término municipal se había formado desde 1909 el poblado de Vergalijo. La villa había protagonizado, entre 1884 y 1888, uno de los primeros pleitos resonantes por el problema de las Corralizas , en su caso contra la familia Carriquiri.
Miranda poseyó un hospital cuya existencia se remontaba al menos al siglo XV, fundado por la cofradía de la Magdalena. La iglesia parroquial ha estado sucesivamente dedicada a María Magdalena, San Benito y la Asunción de Nuestra Señora. Natural de la villa fue Bartolomé de Ca¬rranza.
Enlaces a archivos de interés:
Archivo General y Real de Navarra
Archivo Diocesano del Arzobispado de Pamplona y Tudela
Portal de Archivos Españoles (PARES)
Enlaces a hemerotecas de interés:
Hemeroteca del Diario de Navarra
Hemeroteca del Diario de Noticias
Hemeroteca de la Biblioteca Nacional
PALACIO. Se conoce con los nombres «de las torres» o «de Colomo» y data de finales del siglo XVII. Lo mandó edificar Juan José Vizcaíno y Vizcaíno, caballero de Santiago y maestre de campo de Infantería, que tomó parte en numerosas acciones de guerra. Estuvo casado con Rosa de Echálaz, de la que tuvo varios hijos, entre ellos Juan José, el heredero. En 1691 se llevó a cabo la información nobiliaria, previa a la concesión de la merced de asiento en cortes. Las obras del palacio dieron comienzo el año 1695, a cargo del ca¬tero Bautista Zabala. En 1700, estando todavía en pleno trabajo, el virrey expidió una cédula otorgando a Juan José Vizcaíno la facultad de poder poner cuatro torres en los ángulos, como los palacios reales, y cadenas en la puerta. Por otra parte, en juicio ganado contra el fiscal, le fue reconocido el privilegio de poner corona sobre su escudo de armas, esculpido en el frontis. Por su testamento, otorgado en 1736, consta la intención de Vizcaíno de que, a su muerte, se instalase en el palacio una comunidad de religiosas, deseo que no se vería cumplido. Consta también que en esa fecha no se hallaba aún enteramente concluido el edificio. Es una elegante construcción palaciana, de estilo barroco, con orejeras en los balcones, balaustradas en los áticos y columnas salomónicas en la fachada, flanqueada por dos robustas torres cuadrangulares. La parte posterior del conjunto desapareció hace tiempo, y su solar sirve hoy de patio a las escuelas. En 1750 pleiteó Manuel Vizcaíno y Colomo, administrador de los bienes que fueron de Agustín Colomo, marqués de Cabanillas, contra Fermín Colomo.
CASTILLO. Dominando la villa, sobre una elevación en la que aún subsisten vestigios de fortificación, hubo en época medieval un castillo, cuyos orígenes se remontan al siglo XII. En 1276, el merino Martín Ruiz de Aibar prestó homenaje a la reina doña Juana por ésta y otras cinco fortalezas de la Ribera. En los primeros años del siglo XIV aparecen como alcaides Pedro de Ripa, entre 1300 y 1305, Drocón de San Pol, hacia 1310, y Pierres de Lesart en torno a 1320. Por entonces, la retenencia suponía 8 libras en dinero y 40 cahíces de trigo. En 1328 se llevaron a cabo obras en el recinto inferior, que amenazaba ruina; en la torre mayor, que tenía caídas las cambras y la cubierta; en la capilla; en la torre que había sobre la puerta y en la que había sobre el palacio, y se recubrieron las dos tórrelas redondas. Reinando Carlos II, en 1359, era alcaide el escudero Juan Miguel de Miranda, que residía allí con su compañía. Nuevas obras de reparación se hicieron a partir de 1363, siendo alcaide Arnalt Lup, señor de Luxa, corriendo los gastos y acarreo de material a cargo del concejo y vecinos. En 1366 inspeccionó los trabajos Pierres Andreo, mazonero del rey, que advirtió la conveniencia de reparar el muro de la parte del monte, cerca de la torre redonda. En 1372 el rey confió la guarda a Pierres de Lasaga, asignándole con carácter vitalicio todas las rentas de la villa. Siete años después, fue tomado por los castellanos. Reinando Carlos III el Noble debió devolver el castillo al real patrimonio. En 1405 aparece como alcaide Jimeno Pérez de Cahués. Más tarde, en 1413, el rey nombró en su lugar a Juan Martínez de Murugarren.
Cinco años después se deducían cantidades de la retenencia, para obras de conservación. En 1421, aparece al frente del castillo otro Arnaut Lup, también señor de Luxa, en cuyo nombre tenía la guarda Juan de Murugarren, que murió asesinado, al parecer en los primeros días del año 1435, reinando ya doña Blanca de Navarra y Juan II. El año siguiente, aparece ya como alcaide mosén Bernart de Ezpeleta, caballerizo del Príncipe de Viana. En 1447, el mismo príncipe dio al conde de Foix las pechas, señorío y jurisdicción de la villa, por los 20.000 flori¬nes de la dote de la infanta Leonor, su mujer. En 1463, Miranda fue tomada por las huestes de Enrique IV de Castilla, pero volvió enseguida a poder de Juan II, merced a los esfuerzos de los vecinos de la villa, algunos de los cuáles lograron privilegios de hidalguía por haberse apoderado del castillo. En 1512, los reyes don Juan de Labrit y doña Catalina de Foix premiaron los servicios hechos por los de Miranda, especialmente la re¬¡cuperación del castillo en poder de los castellanos, con la merced de buena villa con asiento en Cortes. Tras la conquista de Navarra, el año 1513 se dio el alcaidío a Juan de Mendoza, con una guarnición de 20 hombres. Fernando el Católico nombró en su lugar, en 1514, al condestable, conde de Lerín, compensándole con 50.000 maravedís. Poco después, en 1516, se decretó la demolición del castillo, que quedó convertido en un montón de escombros. En 1764 hubo pleito contra las autoridades de la villa y el cantero Sebastián de Ondicola, por haber tomado piedra del castillo para construir una basílica. Durante las guerras carlistas, se levantó un fuerte sobre las ruinas de la fortaleza, a la que todavía hoy llaman «el Cuarto de los Moros».
ARTE. Figuró su casco urbano en tres etapas: un recinto amurallado en lo alto de origen medieval, en torno a la iglesia, del que restan algunas puertas; la dotación monumental y urbanística del Barroco a fines del siglo XVII y durante el XVIII y, finalmente, en los años 50 del presente siglo, la extensión de la población hasta el río. Hay un buen número de casas señoriales blasonadas de los siglos XVII y XVIII, cuyo esquema tipo es el formado por zócalo pétreo, alzado de ladrillo, galería de arcos y aleros con labores geométricas también en ladrillo. Sobresale por su majestuosidad la fachada de la llamada Casa de las Torres o de los Colomo, palacio de cabo de armería con columnas salomónicas flanqueado por torres que fue mandado construir entre 1695 y 1736 por Juan José Vizcaíno y Vizcaíno, caballero de la orden de Santiago, cuyo escudo orlado por una guirnalda con trofeos militares luce en su frontis. En una explanada del llamado Alto de los Moros se localiza la basílica de Nuestra Señora del Castillo, edificio construido a partir de 1683 por el cantero y albañil Pedro de Aguirre, vecino de Corella y autor asimismo del crucero de Nuestra Señora del Yugo de Arguedas. Consta de una nave cubierta por bóveda de cañón con lunetos, crucero con cúpula y yeserías geométricas, dos capillas y un retablo barroco ejecutado probablemente por Francisco de San Juan y Velasco. En una cota más alta se conserva un torreón circular en precario estado de conservación y restos de bastiones, únicos vestigios de lo que fue un fortín en la Segunda Guerra Carlista en el mismo emplazamiento del antiguo castillo medieval. Entre las ermitas destaca la de San Juan Bautista, antigua parroquia del desolado medieval de Cahués por tratarse, aunque muy modificada en sus cubiertas y cabecera, de una obra románica de fines del siglo XII. Completa el conjunto monumental un puente sobre el Arga de ocho ojos y origen gótico, que sufrió grandes reformas en el siglo XVII y ha sido ensanchado en 1976.
Dedicada a la Asunción de la Virgen, la iglesia parroquial de Miranda es una construcción de la segunda mitad del siglo XIII y comienzos del XIV que compone, junto con los templos de Santa María de Olite y San Saturnino de Artajona, uno de los conjuntos más tempranos del llamado Gótico real, relacionado con la arquitectura del Midi francés y las adaptaciones de órdenes mendicantes como los franciscanos. El edificio, de una nave y ábside pentagonal, se vio enriquecido por la adición de ocho capillas en los siglos XV-XVI, XVII y XVIII.
Al exterior presenta un aspecto de fortaleza como parte del antiguo lienzo de muralla sobre un brazo del río Arga, efecto que se refuerza con los elevados contrafuertes de doble sección, la torre-campanario de fines del siglo XV sobre un basamento románico, la sacristía y la Torre del Reloj, torre-puerta que consta de un primer cuerpo gótico, un norteño cubo mudéjar de ladrillo y un cuerpo de campanas octogonal del siglo XVII, reparado en el XVIII. En el muro sur se adosó un pórtico barroco entre 1757 y 1760 que cobija la portada principal gótica, si bien existió otra, hoy tapiada, en el muro del hastial del siglo XIII, cuyos capiteles muestran escenas del génesis y Antiguo Testamento muy deterioradas. Su interior consta de una amplia nave compartimentada en cuatro tramos con bóveda de crucería y cerrada por un ábside poligonal, con capillas entre los contrafuertes y coro en alto a los pies. Los capiteles de las columnas muestran decoración vegetal de «crochet», basiliscos, seres monstruosos y un joven en cuclillas, representación alusiva al purgatorio musulmán en la tradición románica, en tanto que las claves de las bóvedas sirven de marco para la anagrama de Santa María, un jinete, probablemente Teobaldo II, San Benito de obispo y un Agnus Dei. En el muro del Evangelio, a la altura del segundo tramo y sobre la puerta del archivo de la villa, se reaprovechó un crismón románico con distintas modificaciones respecto al modelo jaqués, justificadas por tratarse de una perduración de hacia 1200.
Adornan las capillas góticas un buen conjunto de retablos barrocos, producto de la difusión del taller de Tudela en la Ribera occidental o estellesa. Sobre todos descuella el mayor, organismo churrigueresco ejecutado por el arquitecto José de San Juan y Martín entre 1696 y 1703 que se caracteriza, al igual que los de Azagra y Cárcar, por su potente banco, cuerpo de tres calles y columnas salomónicas con niños en acrobáticas posturas entre el follaje, ático e imaginería de discreta calidad. La policromía, aplicada por Domingo del Rey en 1711, refuerza por la abundancia de oros el dinamismo de la máquina, en tanto que la bóveda de la cabecera sirve en sus plementos de techo celeste donde se alojan las pinturas de Dios Padre y del Hijo, que reciben a la imagen de la Asunción en lienzos dispuestos a modo de puzzle hacia 1753.
La imagen gótica de Santa María de Miranda de Arga forma, junto a las de Los Arcos, Berbinzana y Mendigorría, un selecto grupo dentro del tipo «Andra Mari» o Virgen entronizada de fines del siglo XIII y comienzos del XIV. El esquema, con pocas variaciones en la disposición, atributos e indumentarias de la Virgen y el Niño, se enriquece aquí con la policromía barroca aplicada en 1714 por Domingo Rey. Pese a la renovación total del Barroco se conservan en el templo obras renacentistas como son los respaldos de la cajonería de la sacristía, tallados por Nicolás de Berástegui hacia 1560 con paneles decorativos y un relieve del Calvario, la sillería coral con ornamentos manieristas ejecutada también en la década de los 60 del siglo XVI por Juan de Bayona y Nicolás de Berástegui y una arqueta eucarística, contratada en 1601 por Bernabé Imberto y Juan de Frías Salazar.
Se ha habilitado la capilla de la Soledad como museo para albergar una serie de tallas y otras piezas de la parroquia y la basílica del Castillo que escoltan una vitrina donde se exponen las piezas de orfebrería más significativas del ajuar litúrgico, como el ostensorio barroco que entre 1659 y 1688 hicieron Jorge López Calvo, platero natural de la villa, y el pamplonés Diego Montalvo. Ermitas de Nuestra Señora del Castillo, San Juan y San Pedro.
ÓRGANO. Cuenta con un ejemplar barroco de primera clase y aunque completo, permanece mudo a falta de una restauración.