San Martín de Unx
Limita al N con lo municipios de Sansoain, Leoz y Lerga, al Ó con el de Olite y Tafalla, al S con el de Beire y al E con el de Ujué. Sus terrenos están formados: por arcillas y areniscas del Mioceno suavemente plegadas por el anticlinal de Tafalla, cuyo eje pasa muy poco al N de San Martín de Unx. Sobre ellas se ha encajado una pequeña red de barrancos que forman el de San Martín procedentes de la sierra de Ujué, en cuya vertiente occidental está situado el municipio. La mayor resistencia de las areniscas ha dado lugar a las formas serranas, a veces en forma de pequeñas cuestas sobre las que persiste la vegetación arbórea; mientras que las arcillas han configurado relieves más suaves que constituyen las tierras de cultivo.
Comunicaciones: Comarcal NA-132, Estella-Tafalla-Sangüesa, que enlaza en Tafalla con la general N-lll, Pamplona-Tudela.
HERÁLDICA MUNICIPAL. Trae de azur y en jefe un castillo de oro almenado, sumado de tres torres, la de en medio más alta que las laterales, almenadas de tres y adjuradas de azur. Flanqueado por una estrella de ocho puntas de oro y un creciente ranversado de plata. En la parte inferior un árbol de sínople en el flanco siniestro y en el centro San Martín de Tours, sobre un caballo de plata, repartiendo su capa con un mendigo, ambos en su color natural.
CASA CONSISTORIAL. Ocupa un edificio de tres plantas. Fue construida hacia el año 1785, con características arquitectónicas propias de la zona. En el mismo edificio se integran otros servicios como biblioteca, consultorio médico y viviendas de funcionarios. En el segundo lustro de la década de 1980 se ejecutó un proyecto de rehabilitación de interiores y adecentamiento de fachada, por importe de 8,5 millones, financiado con ayuda del Gobierno de Navarra. El Ayuntamiento está compuesto por alcalde y seis concejales.
ARQUEOLOGÍA. En su término se han hallado hachas pulimentadas de la Edad del Bronce y un fragmento de estela funeraria de época romana. Dentro del mismo se localizan asentamientos arqueológicos en Santa Cruz y Canal de Fonblanco.
HISTORIA. Antigua villa de señorío realengo («Unsi», «Unse»), configuró durante el siglo XII una de las «tenencias» del reino, encomendada sucesivamente a los séniores Aznar Aznárez (1116), Martín de Lehet (1137-1143), Jimeno Almoravid (1171), Bartolomé de Rada (1191), Aznar Pardo (1195) y Gonzalo de Baztán (1197), Jimeno de Rada (1205-1207 y 1217), Pedro Garcés (1210), Sancho Garcés (1210), e Iñigo de Oriz (1211). Sancho VII el Fuerte dispuso por «fuero» (1197) que el clavero local del rey y el del «tenente» o ricohombre fueran siempre vecinos de la villa; concedió luego a ésta garantías para el aprovechamiento tradicional de las aguas y los pastos de su término (1204) y, finalmente, actualizó (1206) la pecha anual cifrándola en 400 cahíces de trigo y otros tantos de cebada más 1.600 sueldos, que es precisamente lo devengado en 1280. Por concesión de Carlos II (1378) disfrutó sus rentas Roger Bernart de Foix, vizconde de Castellbó; Carlos III las asignó sucesivamente al alférez Carlos de Beaumont (1391) y Diego de Baquedano (1394). Aunque Juan II transfirió a Bernardo de Ezpeleta (1457) el señorío y la jurisdicción del lugar, éste volvió luego al patrimonio de la Corona. En atención a los daños sufridos, los vecinos obtuvieron (1480) la condonación de un tercio de sus pechas; antes habían renunciado a favor de Carlos III (1401) al patronato de la iglesia local, que posteriormente (1457) fue adscrita al priorato de Velate. El monasterio de Leire había adquirido heredades en el término a comienzos del siglo XI.. JEH, AMD.
En 1513 San Martín de Unx se hallaba «en empeño» en poder del mariscal don Pedro de Navarra, pero en esa fecha el pueblo pagó la deuda que tenía con él y volvió a la corona, como realengo; la corona recompensó al lugar eximiéndole de cuarteles durante dieciséis años. Con todo, la relación de dependencia no se rompió del todo o se reanudó, porque en 1543 San Martín pagaba al mariscal de Navarra una pecha de doscientos robos de trigo, otros tantos de cebada y veinte florines en dinero. La jurisdicción, sin embargo, quedó realenga; así estaba en 1802, en que gobernaban la villa un alcalde, nombrado por el virrey a proposición de la villa misma, y dos regidores, que se elegían entre sus vecinos.
En la iglesia de San Martín servían un abad, un vicario y seis beneficiados (ocho en 1847); los dos primeros eran de provisión del rey, y los beneficiados, del abad, el vicario o el monarca, según el mes en que se diera la vacante.
Mediado el siglo tenía ya dos escuelas: una de niños, a la que acudían noventa y cuyo maestro percibía 1.952 reales en trigo y 1.400 en dinero, y otra de niñas, frecuentada por cincuenta y cuya maestra cobraba 960 reales. Los caminos que conducían a Tafalla y Olite, como los demás, se encontraban en mal estado. Funcionaba un molino harinero.
En 1906 se constituyó una Caja rural, que fue una de las pioneras no sólo en este movimiento sino en el cooperativismo. En los años veinte de nuestro siglo había dos molinos harineros con fuerza hidráulica y uno con fuerza eléctrica, cinco trujales, y cinco fábricas de chocolate. En 1914 se había formado la Bodega Cooperativa y en 1916 se constituyó la de la Unión de Cosecheros.
Enlaces a archivos de interés:
Archivo General y Real de Navarra
Archivo Diocesano del Arzobispado de Pamplona y Tudela
Portal de Archivos Españoles (PARES)
Enlaces a hemerotecas de interés:
Hemeroteca del Diario de Navarra
Hemeroteca del Diario de Noticias
Hemeroteca de la Biblioteca Nacional
CASTILLO. En la parte más alta de la villa, cerca de la iglesia
parroquial, existió en época medieval un castillo, llamado popularmente
«Ferrate», cuya nómina de gobernadores conocemos desde principios del
siglo XII. Reinando Teobaldo II, en 1256, estaba a cargo de Martín
Ximénez de Aibar. En 1276, Sancho López de Olloqui prestó homenaje a la
reina Juana por esta fortaleza, ante el condestable de Francia Imberto
de Belpuch. Más tarde, en 1295, era alcaide Roy Pérez de Echálaz, con
12 libras y 60 cahíces de retenencia.
Hacia 1320, siendo alcaide Juan de Arosa, la asignación era ya
solamente de 8 libras y 40 cahices. Como casi todos los castillos,
servía también de prisión; en 1340 estaba allí encerrado Pedro de
Lecumberri por falsificar moneda. A partir de 1355, reinando Carlos II,
tenía el alcaidío Iñigo Pérez de Arteta. Por entonces, el concejo hizo
reparaciones en la fortaleza, pagándolas el recibidor. En estos años
-1362- había una guarda de 5 hombres, con carácter accidental, al
parecer. También se reforzó la dotación en 1363, a causa de la guerra
de Aragón. En 1366, ante el temor de las Grandes Compañías, se mandó al
concejo trasladar los víveres y demás bienes al castillo, y fortificar
el cortijo, amenazándoles con la pena de confiscación, e incluso con
incendiar la villa en caso de desobediencia. Entonces se fortificó el
cerco viejo, bajo el castillo, y se acondicionaron casas dentro de su
recinto para refugio de los vecinos, sin obligar a éstos a contribuir
en vista de su pobreza. En 1370 figura como alcaide Juan Pérez de
Novar.
La reina Juana, mujer de Carlos II, confió en 1372 la fortaleza a
Martín Sánchez de Erespuru, escudero, que sería confirmado en el puesto
por Carlos III el Noble en 1388. El año siguiente, el mismo rey
traspasó la guarda a Jimeno Martínez de Erespuru, hijo del anterior. En
1391 hizo donación vitalicia a Carlos de Beaumont, alférez del reino,
del castillo de San Martín, con las rentas de la villa. Ya antes, en
1378, Carlos II había dado el señorío a Roger Bernart de Foix, vizconde
de Castelbón.
En 1413, con motivo de la llegada -en calidad de prisionero- del
conde de Benavente, se hicieron obras de acondicionamiento en varios
puntos del castillo.
Juan II nombró alcaide en 1450 a Remón de Agramont; por estos años
aparece además Sancho de Erviti como capitán de la villa, que en 1452
echó de ella a un grupo de vecinos distinguidos con motivo de las
discordias civiles. En 1457 el rey hizo donación de la villa y
castillo, con su jurisdicción, a mosén Bernart de Ezpeleta, merino de
Olite, que había puesto en peligro su vida en defensa de la corona. La
princesa Leonor confirmó la donación en 1475. En los años de la
conquista de Navarra, en 1512, estaba empeñado el castillo en poder del
mariscal don Pedro de Navarra, reintegrándose a la corona poco tiempo
después. Fue mandado derribar en 1516, aunque quedaron en pie parte de
sus muros. Todavía en 1783 pleiteó el Patrimonial contra la villa, para
impedir que aprovechasen la piedra.
IGLESIA DE SAN MARTÍN. En la parte más alta de la población y dominando su casco urbano
se encuentra la Parroquia de San Martín, importante edificio medieval
que tiene por núcleo una fábrica románica con avances hacia el
protogótico. La menor altura del ábside y del tramo inmediato respecto
de los tres restantes, así como la diferente tipología de bóvedas y sus
fajones hacen pensar que tal construcción tuvo que llevarse a cabo en
dos etapas distintas, aunque muy próximas en el tiempo. En primer lugar
debió edificarse la zona de la cabecera con la cripta existente bajo
ella, la parte más puramente románica del templo, cuya cronología se
ajusta bien a la fecha de consagración de la parroquia, efectuada el
día 3 de noviembre de 1156. A partir de entonces proseguirían las obras
hacia los pies, donde aparecen los elementos arquitectónicos de
inspiración protogótica, como bóvedas y arcos de esquema apuntado. De
todas formas las recientes reconstrucciones efectuadas en el monumento,
particularmente en la cabecera, impiden ser categóricos.
La primitiva iglesia del siglo XII presenta nave única con cuatro
tramos y ábside semicircular, articulándose sus alzados con un sistema
de pilastras y semicolumnas adosadas, si bien en el ingreso al ábside
desaparecen las traspilastras. Las columnas se componen de bases
circulares, fustes lisos y los típicos capiteles románicos decorados a
base de pencas y bolsas, restando de los originales tan sólo los
correspondientes al tramo central y al de los pies, mientras que los de
la cabecera obedecen a la citada retauración. Sobre ellos corre una
imposta taqueada, asiento de las pesadas bóvedas de cañón apuntado o de
medio punto con sus dobles fajones, aunque es único el arco de
embocadura el ábside. Éste se cubre por un cuarto de esfera y su curva
se estructura en dos cuerpos marcados por sendas impostas de motivos
ajedrezados y dentellones, entre las que se abren tres ventanas de
medio punto abocinadas. Sus gruesas arquivoltas baquetonadas de
encuadre descansan en pares de columnillas con capiteles variados, que
incluyen temas de inspiración vegetal, animales y fantásticas
representaciones del bestiario románico.
Lo mismo que en las vecinas iglesias de Leire y Gallipienzo, el
desnivel del terreno obligó a construir bajo la cabecera una cripta
adaptada a su planta, aunque compuesta de tres naves, cada una de ellas
dividida en cuatro tramos. Éstos se articulan con fajones y formeros de
medio punto que, al igual que las bóvedas de aristas, apean en doce
achaparradas columnas, la mitad de ellas exentas y las otras entregadas
a los muros perimetrales. El conjunto sorprende por su pureza y la
macicez de los elementos arquitectónicos, contribuyendo también a tal
efecto los grandes capiteles que coronan las columnas. Son piezas
impresionantes, si bien de tosca ejecución, reduciéndose su repertorio
ornamental a unas amplias pencas de sencillo dibujo, solas o
guarnecidas con bolas y pinas; excepcionalmente, dos de estos capiteles
tienen grandes cabezas barbadas y una de animal. Una escalera de
caracol, emplazada junto al lado de la Epístola, comunica la cabecera
con esta cripta.
Durante el siglo XIV se verificó la primera transformación del
templo románico, erigiéndose en esta época el coro gótico que se eleva
a los pies del mismo. Apoya en un ancho arco apuntado de corte
pentagonal y en la bóveda de crucería del sotocoro, cuyos nervios
repiten la sección de aquél. También es gótica la nave que se agregó
por el lado del Evangelio en el transcurso del siglo XVI, muy
posiblemente en torno a 1580, fecha en la que se documentan obras en la
iglesia. Esta ampliación consistió en la construcción de tres tramos
cuadrados, equivalentes a la mitad de la anchura de la fábrica
románica, el primero de ellos con bóveda de crucería y los demás con
bóvedas de terceletes, tipo de cubierta que aparece igualmente en la
sacristía. Sus obras se realizaron al mismo tiempo que las de dicha
nave y justo detrás de ella, a la altura del ábside. Una nueva
ampliación se llevó a cabo en el siglo XVIII, construyéndose entonces
una tercera nave barroca por el lado de la Epístola. Es probable que
por estas fechas se añadiese el cuarto tramo de la nave opuesta,
cubierto por bóveda de aristas. El aspecto actual de la pa¬rroquia
quedó ultimado en la restauración emprendida por la Institución
Príncipe de Viana en 1977. No sólo se han reconstruido viejas
estructuras, sino que también se ha eliminado la nave barroca,
convertida hoy en pórtico, con el fin de devolver al edificio en la
medida de lo posible su apariencia original. En esta empresa, por
tanto, se han vuelto a cerrar los viejos muros románicos, que
estuvieron abiertos con arcos en los dos últimos siglos.
Al exterior se impone la robustez de los muros de sillería, empleada
tanto en las obras del siglo XII como en las del XVI y XVIII. Mención
especial merece el rotundo semicilindro del ábside, que engloba los dos
niveles de cripta y cabecera, marcados sucesivamente por una línea de
saeteras y otra de ventanas de medio punto doblado con columnillas. Su
verticalidad es reforzada por los contrafuertes prismáticos que lo
recorren de abajo a arriba. También es sorprendente la desnudez del
conjunto, apenas alterada por una articulación plástica, salvo en el
tejaroz, donde aparecen unos canes con cabezas monstruosas o figuras en
cuclillas.
Esta misma severidad informa al resto de los exteriores de la
parroquia, concentrándose el ornato tan sólo en las dos portadas de
ingreso. La de los pies forma parte de las obras románicas del
monumento y describe un arco de medio punto abocinado en tres
arquivoltas decoradas con motivos diversos: billetes, bolas o roleos
vegetales. Cabalgan en columnas acodilladas, cuyos capiteles y cimacios
incorporan igualmente una esplendorosa ornamentación, destacando sobre
todo los historiados, que llevan representaciones de San Martín
partiendo la capa con el pobre, la lucha de Sansón con el león y el
hombre domando unos extraños seres monstruosos con cabeza de mono y
garras de ave. En el tejaroz de remate sólo se conservan dos canes que
llevan un músico y un acróbata, piezas que se relacionan con el arte
del maestro de Uncastillo. A uno de los tramos centrales del muro de la
Epístola se adosa otra portada románica de la segunda mitad del siglo
XII, no original del monumento sino aprovechada del desolado de
Sangáriz. Se trata de una sencilla estructura de medio punto compuesta
de arquivoltas y sus correspondientes columnas de capiteles con
volutas. En su lugar hubo una portada del siglo XVI, suprimida en las
obras de época barroca, aunque de ella todavía subsistían algunos
vestigios de estilo gótico, fundamentalmente unos baquetones con
basamentos de traza poligonal. La torre medieval, a causa de su estado
ruinoso, tuvo que derribarse en la restauración emprendida por la
Institución Príncipe de Viana, ocupando actualmente su emplazamiento el
pórtico delantero de la parroquia. Sobre él se eleva una espadaña
construida a comienzos de la presente centuria.
Al quitarse el retablo mayor del ábside se han descubierto en sus
ventanas restos de pintura mural gótica, figuran ángeles -uno de ellos
San Miguel- y motivos ornamentales de tipo geométrico. En una de estas
ventanas se ha instalado una interesante talla gótica de la Virgen de
la Leche, perteneciente al estilo hispano-flamenco de finales del siglo
XV. El retablo mayor, hoy en la nave lateral, pertenece al último
cuarto del siglo XVI, se viene atribuyendo a los maestros de Olite
Pedro de Arcéiz o Juan Jiménez de Alsasua. Su estructura en artesa,
exigida por su primitivo acoplamiento al ábside, se compone de dos
cuerpos y ático, marcándose en aquéllos tres calles y dos entrecalles
con columnas compuestas de complejos fustes a base de estrías rectas o
helicoidales y motivos decorativos. Su apretado diseño y el
amontonamiento de elementos arquitectónicos, así como los caprichos
ornamentales de estirpe manierista son rasgos característicos del
retablo romanista. Esta traza sirve de marco a una iconografía, tanto
de relieves como de bultos, expresada en un arte de inspiración
miguelangelesca. La talla sedente de San Martín preside el conjunto,
rodeada de escenas de la Pasión de Cristo, que desde el banco ascienden
por las calles laterales hasta culminar en el Calvario central del
ático. Enriquece esta obra su rica policromía original, que hacia 1604
realizaron los pintores de Olite Juan Frías de Salazar y Francisco
Adán.
Junto al retablo se conserva la primitiva pila bautismal de la
parroquia, pieza románica decorada con arquillos de medio punto sobre
columnas de fustes salomónicos, lisos o en zig-zag, donde aparecen
diversas figuras, entre ellas una madre amamantando a su hijo (posible
representación de la Virgen de la Leche), de estilo cercano al de los
relieves de la fachada principal.
Diversas piezas de plata de distinta cronología componen el tesoro de
la parroquia, sobresaliendo el ostensorio barroco que en 1764 labró el
platero pamplonés Martín José de Larumbe. En la casa parroquial se
guarda una importante colección de tallas, muchas de ellas procedentes
de la ermita de Santa Zita. Las más antiguas pertenecen al gótico del
siglo XIV y de ellas destaca un San Miguel alanceando al dragón, trata
do como un sólido bloque de limpios perfiles y de gran rigor geométrico
en la ejecución de rostro, cabellos y ropajes. Data del siglo XV la
Santa Catalina, cuyo cuerpo erguido cruzado por pliegues angulosos se
eleva sobre la cabeza del rey. Escultura excepcional por tamaño y
calidad es la talla de estilo hispano-flamenco, de la Virgen de la
Leche, que se puede fechar en torno a 1500. Aparece de pie con la
cabeza inclinada para atender al Niño Jesús que porta en su brazo
izquierdo. Su composición dinámica se acentúa con unos abundantes
ropajes de complejos pliegues, magníficamente modelados con blandura.
Contribuye a su efecto una rica policromía de abundantes oros y con
orlas de cuidadas cenefas. Dentro del siglo XVI hay que situar un San
Roque, aún con resabios hispano-flamencos, que también conserva su
policromía original.
ERMITA. También se encuentra en la parte alta de la población la
ermita de San Miguel, que debió construirse como capilla del
desaparecido castillo. Se trata de un severo edificio protogótico de
comienzos del siglo XIII, con nave única de cabecera recta, dividida en
cinco tramos. Estos, más que en planta, se marcan en sus bóvedas de
medio cañón apuntado con potentes fajones, los cuales descansan en
ménsulas bilobuladas. Sus exteriores presentan muros de sillería con
contrafuertes en correspondencia con los tramos del interior. A los
pies se dispone una fachada estructurada en dos cuerpos y con espadaña
de remate, esquema que comparte con otros edificios de la zona, también
de semejante cronología, como las iglesias de Cataláin, Echano y San
Miguel de Ujué. El primer cuerpo está centrado por una portada de medio
punto abocinada en arquivoltas con baquetones que arrancan de sus
respectivas columnas de sencillos capiteles vegetales. Sobre ella, a la
altura del segundo cuerpo, se abre una ventana apuntada, igualmente con
diversos baquetones de encuadre y sus columnillas. La espadaña tiene
dos arcos de medio punto y coronamiento triangular.
En el centro del casco urbano, en la parte baja del mismo, se halla la
iglesia de Santa María del Popólo, edificio gótico empezado
posiblemente en el siglo XIII por la cabecera, donde aparecen los
elementos más arcaizantes, aunque el grueso de las obras se realizaron
en el siglo XIV, sin sobrepasar su primera mitad. Tiene una única nave
de gran anchura, compuesta de cuatro tramos rectangulares, y cabecera
de planta pentagonal más estrecha, esquema que resulta usual en las
construcciones góticas que durante los siglos XIII y XIV se levantaron
en la Navarra Media, en ejemplos tan significativos como San Saturnino
de Artajona, San Zoilo de Cáseda, San Salvador de Sangüesa o la vecina
iglesia de Santa María de Olite, con la que tiene grandes semejanzas a
pesar de su diferente cronología.
Sus alzados presentan muros que tan sólo se articulan por unos soportes
adosados, cuyo esquema se complica y evoluciona desde la cabecera a la
nave. Así el pentágono de la capilla mayor incorpora columnas simples,
que también se utilizan en el muro frontal de la nave. Triples columnas
sobre bases circulares de inspiración cisterciense corresponden al arco
triunfal, mientras que en los muros laterales de la nave hay pilares
góticos recorridos por cinco baquetones aristados con pedestales de
traza poligonal. Semejantes progresos hacia el gótico pleno se aprecian
en los capiteles correspondientes, la mayoría de ellos de temas
vegetales, pasándose de una hojarasca más esquemática a otra más
naturalista y rizada. Alguno de los capiteles luce representaciones
figurativas o monstruosas, destacando al respecto uno de los
pertenecientes al arco triunfal, que muestra en su cara central un
Cristo sedente mostrando las llagas entre ángeles y en las laterales
una orante y flor de lis.
La cubierta la forman bóvedas de crucería simple, más una bóveda
gallonada que voltea sobre la cabecera. Todas ellas cuentan con nervios
trilobulados, en cuyos cruces se hallan instaladas unas claves
decorativas con el Agnus Dei, un águila, cabezas y temas vegetales.
El exterior forma un sólido bloque de cantería jalonado por
contrafuertes, de disposición diagonal en las esquinas de la nave y
cabecera, ofreciendo un aspecto más de construcción militar que de
edificio religioso, lo cual puede explicarse por su vecindad a la
antigua muralla de la población. Esta solidez apenas es restada por la
existencia de aberturas y sólo se abren dos ventanales en el muro de la
Epístola, ambos de doble arco trilobulado; el vano de la fachada se
configura como una estrecha saetera. La desnudez de estos exteriores
sólo se interrumpe con las dos portadas que quedan a los pies y en el
muro del Evangelio. Aquélla, que sirve de principal, responde a un
trazado sencillo con arco ojival que abocina en dos arquivoltas
baquetonadas, molduración que también se repite en sus respectivas
columnillas de apoyo; éstas tienen basas poligonales y unos capiteles
corridos de hojarasca. La portada del muro del Evangelio sigue un
esquema parecido, pero más simplificado.
Preside el interior del templo la imagen de Santa María de Popólo,
talla sedente del XIV que figura entre las más importantes
representaciones góticas de la Virgen en Navarra. Debió realizarse por
las mismas fechas que las obras de la iglesia para que sirviera de
titular. Del primitivo exorno del templo también se conserva una
pintura mural con un santo obispo, posiblemente San Martín,
perteneciente al gótico lineal de mediados del siglo XIV, en relación
con la escuela del maestro Oliver. Recientemente se ha enriquecido el
ajuar de este monumento con un magnífico Crucificado de hacia 1500
procedente de la ermita de Santa Zita. La imagen expresa un intenso
dramatismo acentuado por su encarnación oscura.
La ermita de Santa Zita se halla a gran distancia de la población,
asentada en la ladera de un pintoresco valle. Su construcción se
remonta al siglo XIII, datando de esta época su nave protogótica de
disposición irregular, cubierta por dos amplios tramos de bóveda de
medio cañón apuntado, que separa un robusto arco fajón, bajo el cual
todavía se conservan unas ménsulas de rollos. La cabecera, con bóveda
de aristas, fue reformada en época barroca, coincidiendo con la
ejecución del retablo mayor, que según noticias documentales se
contrató con Juan de Eguílaz en 1677. El interior de la iglesia luce
unas pinturas murales renacentistas con grutescos y representaciones
del Padre Eterno y los Evangelistas, de estilo popular. Más interesante
es una decoración de roleos, localizada en la embocadura de la
cabecera, que constituye el único resto del primitivo ornato del siglo
XIII.
ARQUITECTURA CIVIL. San Martín de Unx representa un típico ejemplo de
villa medieval, cuyo trazado apenas ha sufrido modificaciones a lo
largo de los siglos. Su asentamiento en una colina de acusadas
pendientes impuso un caserío escalonado, como en la vecina Ujué,
dispuesto en calles concéntricas que se acomodan a los distintos
niveles del terreno. Otras vías, que cruzan a aquéllas funcionando como
radios, suben en pronunciadas pendientes hasta la parte alta donde se
localiza la parroquia de San Martín y donde también estuvo el
desaparecido castillo. Este primitivo núcleo quedaba encerrado dentro
de un casco amurallado, cuya línea interior coincide con la calle
Mayor, en la que todavía subsisten viejos portales y pasadizos. El
ingreso principal de la villa se efectuaba por el «Portalico», junto a
la iglesia del Popólo. De aquí parte la calle de San Miguel que con su
trazado sinuoso se dirige hacia la parroquia. En este viejo núcleo aún
se conservan algunos edificios de origen medieval, aunque son más
abundantes las casas del siglo XVI con altas fachadas que incluyen
arcos de medio punto o ligeramente apuntados con potentes dovelajes de
piedra. Algunos inmuebles de la población lucen escudos de los siglos
XVI, XVII y XVIII, repitiendo algunos de ellos las armas de los Leoz.
Enlaces de interés:
Contenidos: Iglesia de San Martín (interior).
A) Documentos digitalizados (públicos y privados) de interés para la localidad
B) Enlace al archivo municipal
C) Otros archivos con documentos relevantes sobre la localidad
Archivo General y Real de Navarra
Archivo Diocesano del Arzobispado de Pamplona y Tudela
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