Santacara
Limita al N con Pitillas y Ujué, al E con Murillo el Fruto, al S con Mélida y al O con Murillo el Cuende y Pitillas. Sólo a trechos coincide el curso divagante del Aragón con la muga meridional.
Se pueden distinguir en su término municipal dos unidades de relieve y geomorfológicas: Las tierras fluviales, escalonadas desde la baja llanura aluvial (1315 m) hasta la del Castillo (422 m), en una de las cuales se asienta el pueblo, y las colinas arcillo-areniscosas del Mioceno, separadas por depresiones y barrancadas y que culminan a 444 m; a esta unidad pertenece una parte pequeña de la laguna de Pitillas.
Comunicaciones: Situada en la carretera comarcal NA-124, Carcastillo. Caparroso que enlaza con la general N-121, Pamplona-Tudela.
HERÁLDICA MUNICIPAL. Trae de azur y una cabeza de Nuestro Señor nimbada de oro, con una flor de lis en punta, de oro y rodeada de cuatro estrellas de ocho puntas de lo mismo. Por timbre un yelmo empenachado.
CASA CONSISTORIAL. Situada en una pequeña plaza junto a la iglesia. Su estilo arquitectónico se integra en las características de las edificaciones circundantes. Es un edificio de tres cuerpos, con fachadas a tres calles, cuyo exterior fue restaurado en 1973, quedando a la vista el sillarejo y vanos enmarcados en sillares.
El Ayuntamiento está compuesto por alcalde y ocho concejales.
HISTORIA. El rey Pedro I concedió en 1102 a Santacara el fuero de frontera de Caparroso. En 1191, el rey Sancho VI el Sabio dio a la villa un fuero de unificación de pechas en virtud del cual cada casa debía pagar 4 sueldos. En 1210 el rey Sancho VII el Fuerte otorgó un nuevo fuero a Santacara por el que actualizaba la pecha globalizándola para toda la comunidad en 1.400 sueldos. El rey Teobaldo concedió en 1254 a los infanzones de Santacara el disfrute de las hierbas y leña en algunos parajes del rey en la villa y en 1268 sentenció que no pagara herbadgo en el término de Plan Maior.
En 1447 el príncipe de Viana concedió el señorío de Santacara a Juan de Beaumont. Sus vecinos se quejaron por los abusos del alcalde y de la princesa Magdalena, tutora del rey Francisco Febo, los restituyó por ello (1479). El monarca Juan II sentenció que el nombramiento de alcalde pertenecía al rey, a raíz de un pleito entre el pueblo y su señor Gracián de Beaumont (1494). El conde de Lerín se apoderó del castillo de Santacara con auxilio de los castellanos (1499).
En 1366 contaba con 23 fuegos, 4 hidalgos, que aumentaron a 92 en 1553 para quedar reducidos a 86 en 1646. De 265 habitantes en 1786 pasó a tener 416 en 1924 y 446 en 1857. Su iglesia parroquial está dedicada a la Asunción de María.
Enlaces a archivos de interés:
Archivo General y Real de Navarra
Archivo Diocesano del Arzobispado de Pamplona y Tudela
Portal de Archivos Españoles (PARES)
Enlaces a hemerotecas de interés:
Hemeroteca del Diario de Navarra
Hemeroteca del Diario de Noticias
Hemeroteca de la Biblioteca Nacional
CASTILLO. Sobre un cerro inmediato a la localidad, se ven todavía los
restos de la torre mayor del desaparecido castillo que la defendió en
la época medieval. En 1210 los vecinos de Santacara fueron eximidos por
el rey de trabajar en obras reales, excepto en el amurallamiento de la
villa y su castillo. Hacia 1280 estaba a cargo de la fortaleza el señor
de Luxa; más tarde, en 1290, Jimeno Martínez de Uriz, con 10 libras y
50 cahíces de retenencia anual.
En los primeros años del siglo XIV consta como alcaide Pedro de Sotes,
que percibía 6 libras y 30 cahíces. Hacia 1330 ocupaba el puesto Juan
Fierabrás, sargento de armas, con la misma asignación. Carlos II confió
la retenencia en 1351 a Pedro González de Lizasoain, en 1363 a Gil de
Desojo, y en 1366 a Pere Aibar de Solchaga, por muerte de su antecesor.
En 1375, por fallecimiento de este último, pasó el alcaidío a su hijo
Pero Gil de Solchaga; dos años después, mandó el rey que se le
asignasen los gajes sobre la pecha de la villa. Carlos III le confirmó
en el puesto en 1387. En 1391, concedió el rey la guarda del castillo,
a una con las pechas de Santacara y Pitillas, a su chambelán Beltrán de
Lacarra, compensando a Pero Gil con una renta en trigo. Al año
siguiente le dio 50 florines para reparar el algibe.
El castillo quedó en 1404, en prenda, en favor del rey de Aragón, como
garantía de la dote de la infanta doña Blanca. Con tal motivo tuvo que
prestar homenaje a don Martín el Humano el alcaide Martín Martínez de
Solchaga.
La reina doña Blanca mandó al recibidor en 1430 restituir de la
pecha 63 libras a los de este pueblo, por los gastos que hicieron en la
reparación del castillo. Por entonces era alcalde del mismo mosén
Gracián de Agramont, que percibía las rentas sin descuento, por merced
real. En 1438 se nombró en su lugar a Sancho de San Lux, escudero de
honor, al cual sustituyó hacia 1445 Juan Martínez de Artieda, aunque
por poco tiempo, porque en 1446 recayó el alcaidío en Diego de Yár-noz.
En 1447 el Príncipe de Viana hizo donación del señorío de Santacara y
su castillo a favor de don Juan de Beaumont. Diez años después aparece
como alcaide Yénego o Iñigo de Berberana.
En tiempo de don Juan de Labrit, al reavivarse las discordias
civiles, promovidas por el conde de Lerín, llegaron sus ecos hasta
Santacara. En 1494 los vecinos de la villa, agramonteses en su mayor
parte, fortificados en la torre de la iglesia, causaron daños
considerables a la guarnición beaumontesa del castillo. El propio conde
se vio precisado a acudir en socorro de su gente, ayudado por huestes
castellanas. Eran numerosas las quejas de los habitantes contra Gracián
de Beaumont, titular del señorío.
Tras la conquista de Navarra por Fernando el Católico se mandó derribar
el castillo, indemnizando a Gracián de Beaumont, a la sazón justicia de
Pamplona, con 1.000 libras. Sin embargo, todavía en 1536 seguía
cobrando derechos de castillaje la viuda de Menaut de Beaumont a los
pastores y almadieros.
IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN. En el centro del casco urbano destaca la parroquia de Nuestra
Señora de la Asunción, iglesia cuyo origen se remonta al siglo XIII,
época en la que se construyó una fáfrica protogótica influenciada por
la arquitectura del Císter. Tiene nave única de muros macizos de
sillería reforzados por contrafuertes. La disposición de éstos revela
cuál debió de ser la primitiva situación de los tramos. Durante el
transcurso del siglo XVI, muy posiblemente en torno a 1575, fecha en la
que se acabó la capilla de Santa Lucía, el templo fue objeto de una
profunda transformación. En ella se recrecieron los muros, tanto como
denuncia al actual cuerpo de luces, cuyas ventanas tienen arcos de
medio punto moldurados y abiertos en bocina. Con este recrecimiento se
labraron nuevas cubiertas, todas ellas bóvedas estrelladas, aunque de
esquema distinto y también de diferente amplitud. Los dos tramos
centrales son cuadrados y el de los pies rectangular, arrancando sus
nervios de ménsulas cilíndricas. Al mismo tiempo se amplió el edificio
con cabecera pentagonal, sobre la que voltea una bóveda estrellada y
otra gallonada con terceletes. Así quedó configurada una iglesia de
cajón muy larga y alta, típica del estilo gótico-renacentista del siglo
XVI. Contemporáneo de esta reforma es el coro alto de los pies, elevado
sobre una bóveda de terceletes con ligaduras. De la misma época son
también las dos capillas que componen una especie de crucero, si bien
la correspondiente al lado de la Epístola fue reconstruida parcialmente
en época barroca. La capilla de Santa Lucía, antiguo patronato de los
Esparza, se conser-va sin modificación alguna y todavía puede
contemplarse su pequeña bóveda estrellada. A continuación de ella se
localiza una tercera capilla, a la altura de la cabecera, construida a
finales del siglo XVI sin reminiscencias goticistas, como puede
comprobarse en su ingreso, que se ajusta a un esquema de arco de
triunfo con pilastras y decoración manierista de puntas de diamantes.
Su interior recibe una bóveda rebajada de casetones muy moldurados.
En los exteriores de la parroquia es donde mejor se aprecian las
estructuras de la construcción medieval, particularmente en la fachada
de los pies. Aquí se localiza una portada de arco ligeramente apuntado
que abocina en tres arquivoltas de sección mixtilínea, todas ellas
apoyadas en pedestales con baquetones. El óculo que se abre encima de
ella pertenece a las obras del siglo XVI. También forma parte de esta
fachada la primitiva torre protogótica, concebida como un robusto
prisma de sillería, rematado en cuerpo de campana con arcos de medio
punto. Su aspecto militar queda acentuado por los matacanes existentes
en el coronamiento de dicho cuerpo.
Décadas después de concluirse las reformas gótico-renacentista se dotó
a la nueva cabecera de un retablo mayor romanista, iniciado a comienzos
del siglo XVII por el artista vecino de Sangüesa Adrián Almándoz y
proseguido tras la muerte de éste por Juan de la Hera y Gaspar Ramos.
Su traza de severa arquitectura manierista comprende dos cuerpos de
tres calles y dos entrecalles intermedias, articulándose sucesivamente
por una especie de estípites aplastrados y columnas acanaladas con
tercio inferior entorchado; culmina el conjunto un ático triple, en
este caso con pilastras. Salvo los soportes, el único ornato de esta
estructura viene dado pon el juego de frontones rectos y curvos que
rematan las calles principales del retablo. Relieves y especialmente
esculturas componen la iconografía, entremezclándose los ciclos de la
Pasión y la Virgen, presididos por la Asunción, además de diversas
imágenes de santos y vírgenes mártires. Esta escultura se caracteriza
por un cánon alargado y elegantes vestiduras, según es propio de la
obra de Ramos, aunque la Asunción de distintos rasgos, debe ser de
Almándoz.
El interior de la iglesia se enriquece asimismo con diversos
retablos barrocos de los siglos XVII y XVIII, todos ellos de decoración
aparatosa. En el altar de la Virgen del Rosario se venera una imagen de
vestir de la titular que aprovecha parte de una talla gótica del siglo
XIV. Dentro del tesoro parroquial existen piezas interesantes, como un
cáliz de plata, obra renacentista del siglo XVI. No obstante, sobresale
un ostensorio de bronce dorado con cabujones de esmaltes perteneciente
al estilo purista de la primera mitad del siglo XVII. Luce los punzones
de Madrid y del platero Francisco Mudarra.
ERMITA. No lejos de la población se encuentra la ermita de Santa Eufemia, cuyas
estructuras revelan que se trata de un edificio del siglo XIII. Tiene
una espaciosa nave de cabecera recta, marcándose sus tramos con arcos
apuntados de sección poligonal, sobre los que montaba la primitiva
cubierta de madera. Sus muros son de sillarejo reforzados con grandes
contrafuertes, en correspondencia con los arcos interiores. La imagen
romanista de la santa titular se conserva actualmente en la parroquia.
ARQUITECTURA CIVIL. En el casco urbano de esta villa abundan las
casas e inmuebles del siglo XVI, especialmente en la calle de la
iglesia. Son típicos los portalones de medio punto o ligeramente
apuntados con grandes óvalos y, en algunas de estas construcciones, las
ventanas geminadas de arquillos conopiales.
Enlaces de interés:
A) Documentos digitalizados (públicos y privados) de interés para la localidad
B) Enlace al archivo municipal
C) Otros archivos con documentos relevantes sobre la localidad
Archivo General y Real de Navarra
Archivo Diocesano del Arzobispado de Pamplona y Tudela